Basura en Roma
El servicio de recogida de basuras de Roma (AMA) existe, aunque haga pensar lo contrario el estado de la ciudad, y tiene grandes problemas para hacerse pagar. Ayer anunció que se le deben 500 millones de euros en tasas e hizo pública una lista de los principales morosos: Correos (3 millones de euros), Ministerio del Tesoro (1,5), Ministerio de Justicia (860.000), Ministerio de Finanzas (695.000), Ministerio de Interior (518.000), Dirección general del Tesoro (447.000), Ragioneria generale (383.000), Congreso de diputados (243.000), Escuela de la Guardia di Finanza (226.000) y el Palazzo Chigi, la Presidencia del Gobierno (158.000). Siguen los Carabinieri, la Marina militar, la Dirección General Antimafia, la Fiscalía general,… La lista continúa con miles de ciudadanos anónimos, imitando el ejemplo de sus autoridades.
(La Repubblica de hoy)
Basura en Palermo
Nuevas cifras inverosímiles del ayuntamiento de Palermo, 660.000 habitantes, con un agujero de 200 millones. De los 866 millones anuales de gasto corriente el 72% se va en sueldos. Es que tiene 21.895 empleados, uno por cada 30 vecinos, y las empresas subcontratadas de amiguetes y parientes proliferan como hongos. Encomiable el departamento de basuras (AMIA): un barrendero cada dos kilómetros. Es que hasta hace poco tenían derecho a dejar el puesto al hijo al jubilarse. Paga la tasa de basuras sólo el 29% de los palermitanos. Surrealista el departamento de jardines, que engulle 27 millones al año: el cuidado de las plantas está repartido en distintas empresas, en función de la altura de la flora. Hasta 249 centímetros es competencia del Gesip. De 250 para arriba, del servicio villas y jardines. Es probable que haya un tercer servicio de medición de plantas, subdividido en colores, con secretarías de mocotiledóneas y dicotiledóneas.
(Corriere della Sera de hoy, con información del Giornale de Sicilia y la edición de Palermo de La Repubblica)
Principios
“Lo importante es ganar sin participar”
(Título de una comedia en cartel estos días en un teatro de Roma)
Estudiemos mejor el fenómeno con el inicio de ‘I tartassati’ (Steno, 1959), descacharrante comedia de Totò y el inmenso Aldo Fabrizi.
Sinopsis: Voz en off: “Italia es el país del sol, de los monumentos y de los palacios. En cualquier ciudad hay algún palacio famoso. Son palacios que los turistas de todo el mundo vienen a ver, pero hay también en cada ciudad un palacio que nadie quiere ver, el palacio de impuestos. Nadie lo querría ver y mucho menos entrar, y sin embargo las tasas son necesarias. Gracias a las tasas pagadas por los contribuyentes, los servicios públicos funcionan a la perfección. Vuestros automóviles se deslizan silenciosamente por calles bien asfaltadas. Los representantes del orden están siempre a vuestra disposición, vigilantes y diligentes. Y sobre todo el paro se ha resuelto en gran parte, porque gracias a las tasas se ha creado una nueva profesión: la del asesor fiscal, al que todos recurren para pagar lo menos posible”.
Entra en escena Aldo Fabrizi -con el ‘cupolone’ de San Pedro detrás, elección que nunca es casual en las películas italianas- en el papel de implacable inspector fiscal que se dirige hacia su presa:
-¿Cuál es?
-Ése.
-¿Negocio único?
-Único.
-¿Sin sucursal, verdad?
-No.
-Parada de autobús, parada de taxis con teléfono, tienda de lujo, escaparate todo lleno de latón, cristales coloreados,… Mira a ver cuánto paga al bimestre…
-¿Todo incluido?
-Todo (enumera varios impuestos).
-40.
-¡40! Una cosa de mercadillo de barrio… Vamos.
El propietario de la tienda es Totó, claro. Y toda la película se basa en lo que hace para intentar no pagar y sobornar al inspector en escenas memorables, que ya iremos poniendo.
Es superfluo decirlo, pero autobuses, calles y policías, las tasas, los asesores fiscales, la relación entre autoridades y administrados, entre tasas y servicio obtenido, así como la ciudad de Roma, siguen siendo más o menos iguales, 50 años después. También uno se encuentra este tipo de tiendas, que resisten al paso del tiempo, aunque en el centro van cerrando tristemente para dejar sitio a peluquerías, heladerías, pizzerías o terribles tiendas de souvenirs, por este orden.