A la hora de comprar huevos en un supermercado, podemos fijarnos en su numeración para conocer la fecha en la que fueron puestos y así determinar su frescura. Pero no siempre los compramos en grandes superficies, así que no está de más conocer otra formar de saber si están pasados. La más efectiva es cascarlos, cuando su olor característico nos avisará de su estado.
Si no quieres pasar por la tesitura de olerlo, puedes tener en cuenta su peso. El peso medio de un huevo de gallina es de 55 a 60 gramos; por lo que una docena debe pesar al menos 660. Si pesan menos y el tamaño del huevo es normal, puede entenderse que no son frescos. El huevo conservado al aire pierde diariamente, por evaporación de su agua, entre tres y cinco centigramos de su peso.
También, en lugar de pesarlo, puedes sumergirlo en agua. Si el huevo se va al fondo de la cazuela, puedes estar tranquilo, es fresco. Si, por el contrario, éste flota, lo mejor que puedes hacer el tirarlo. A medida que pasan los días y el agua que contiene el huevo se va evaporando, su interior se llena de aire y hace que flote.