Como ya os comenté una vez, poca gente sabe que el chocolate, en sus inicios, era una bebida picante. Los aztecas tostaban y molían las semillas de cacao y elaboraban con ellas un elixir enriquecido con guindilla que usaban en ceremonias religiosas. Lo relacionaban con la sangre humana porque estaba mezclado con achiote.
El achiote es una semilla de arbusto que se utiliza en México y toda Sudamérica. Es un pigmento vegetal de color rojo anaranjado y parecido a nuestro azafrán. La semilla de achiote se calienta y tiñe el agua, que se cuela y sirve para hacer muchos platos. Uno de los usos más característicos de su jugo era, precisamente, para enriquecer y teñir el chocolate.
El chocolate y el picante siempre han casado muy bien y, últimamente, está muy de moda ver preparados de chocolate y guindillas. Cuando el chocolate llegó a Europa, aquí se le quitó el achiote y la guindilla y se empezó a preparar en su versión dulce: con azúcar, agua de rosas…
Durante los dos siglos posteriores a la llegada del chocolate a nuestro continente, solo fue bebida. No fue hasta 1662 cuando el navegante inglés Henry Stubbe habló por primera vez en su libro The Indian Nectar de la tableta. Y curiosamente, fue en España donde el chocolate pasó a producirse en tableta. Es que aquí, somos muy golosos.
Aprovechando que hablamos del cacao, os quiero mostrar esta preciosa copa construida con un coco y rematada con plata, que usaban los nobles para tomar el chocolate. Me la encontré en una vitrina de artefactos singulares del Centro de Estudios Gastronómicos en Caracas.
En Venezuela, por ser un producto muy apreciado, hay una cultura del cacao muy extendida. A la hora de tomarlo, se llevaba a cabo todo un ritual del estilo al que tienen los británicos a la hora de tomar el té de las 5 la tarde. Con esta copa, se hacía honor al cacao.