Uno de los grandes problemas a la hora de conservar el percebe es que, aunque no nos demos cuenta, estamos consumiendo un ser vivo. De hecho, cuando se muere, lo notamos rápidamente porque desprenden un olor muy rancio.
Una de las claves para que continúe vivo es que no tenga la parte de abajo desgarrada, sino que esté adherido a una roca. De esta forma, el percebe tendrá suficientes nutrientes para sobrevivir antes cocerlos.
La mejor forma de conservarlo es en la nevera, poniendo sobre su base un plato remojado en agua de mar, y cubrirlos con un paño de cocina también humedecido en agua salada.
En el caso de que antes de cocerlos huelan, puede ser que alguno de los percebes se haya empezado a descomponer. Habría que verificarlos uno por uno y desechar los malos. A temperatura estable, nos aseguramos de que están vivos y eliminamos los muertos.
Es importante no conservarlos en hielo, porque esté absorberá el gua dulce y quedarán insípidos.