En Lucca, una preciosa villa italiana situada en La Toscana, han tomado la decisión de restringir los restaurantes de comida foránea, una medida que sin duda es polémica y suscita la opinión de muchas personas.
El patrimonio cultural y gastronómico es un tesoro a conservar. Muchas personas creen que la influencia de la globalización puede hacer perder esta riqueza. Las modas, la influencia de personas foráneas, los precios más asequibles de esa comida, en muchos casos más fácil de comer. En cualquier caso, es una realidad la gran variedad de comida -mal llamada exótica- que se implanta en toda Europa. La libertad de elegir esta ahí. Y los clientes tienen todo el derecho a elegir su mejor opción, siempre que los restaurantes cumplan los reglamentos sanitarios y laborales. Sin embargo, esta ayudita institucional de protección en italia era una noticia innimaginable hace 20 años, aunque hoy pueden imitarla más comarcas y pueblos de europa. ¿Está en peligro nuestra cultura y por eso hay que protegerla?, ¿es su precio atractivo lo que hace que la gente se anime a consumirla?, ¿son sólo modas pasajeras y todo volverá a su cauce?…
Dos ejemplos muy gráficos: la patata -hoy en día base de nuestra alimentación- tardó 100 años en empezar a consumirse despues de conocerse y el tomate -que hoy tiñe de rojo nuestra gastronomía- fue en su momento un producto exótico mirado con recelo.
La historia de la Humanidad -sobre todo desde hace 10.000 años y principalmente en Europa- nos ha enseñado que el pueblo es sabio y en su evolución siempre ha hecho suya aquella influencia extranjera que ha sido favorable para su salud. Si esto ocurriera con la influencia que tenemos ahora de la gastronomía foránea la comida con mucha cantidad de grasa tendería a desaparecer y aquella que nos beneficia y es saludable se quedaría para siempre entre nosotros. Un ejemplo: la salsa de soja -que es una mina de salud y viene de China- será en breve un producto de nuestra gastronomía. No nos alarmemos y demos tiempo al tiempo, que lo bueno siempre perdura y lo malo se olvida. Somos así de selectivos, aunque a veces parezca lo contrario. En Lucca hace 500 años no conocían la salsa de tomate y hoy es su producto estrella.