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Cuba vive, o mejor dicho, malvive hoy, uno de los peores momentos (que ya es decir) de su atormentada historia. A las epidemias de todo tipo y catadura que azotan la isla desde hace más de 6 décadas, se suma ahora otra vuelta de rueda pero hacia atrás.
Es decir, ante la imposibilidad venezolana de seguir financiando sus miserias, el actual monarca caribeño Díaz-Canel le pide (implora) al nuevo Zar ruso Putin envíos urgentes de petróleo, y financiación para vitalizar la decrépita infraestructura turística, rehabilitar los obsoletos ingenios azucareros, así como la industria de ron, tabaco y acero. Lo que sería repetir el libreto soviético puesto en escena décadas atrás.
Hoy en día, todo hijo de vecino sabe, que las dificultades de Cuba desde 1959 radican en la aplicación de la doctrina comunista-estalinista de gestión que arruinó la libertad, la economía y la moral del país. Nada tiene que ver con ese falso mantra del dichoso “embargo” estadounidense que repiten como loros.
Ese pedigüeño estilo de subsistencia cubana (todo un clásico), pone en bandeja de plata el chollo que supone la oportunidad única para algunas empresas rusas propiedad de los magnates que todos conocemos.
Es de suponer, que las firmas rusas demandarán que se les pague por completo y a tiempo los aportes de capital que Cuba solicita. Las ayudas no provendrán de créditos otorgados por el gobierno ruso, sino de empresarios privados que exigirán beneficios por sus inversiones.
El nuevo son cubano que estamos escuchando hoy, no es ninguna novedad. Sonó primero con España, luego con EEUU, después con la Unión Soviética y por último con Venezuela. Ahora solo nos queda por ver, con qué trasero se sentará la cucaracha, cuando le llegue la nueva factura que deberá pagar.
Así es que se escribe la historia de esa monumental estafa que sigue y sigue… con la misma melodía.
Cantaclaro
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