Empecemos por las deudas pendientes. Ayer para cenar, ni rastro de gambas ni salmón. En realidad ni rastro de Willie Benegas, que no se dejó ver el pelo por el campo base de nuestra expedición. Y hoy salía hacia el campo 2, donde tiene a todos sus clientes, así que durante unos cuantos días no le veremos el pelo.
Es curioso lo de las expediciones comerciales. Han anunciado mal tiempo durante toda la semana, por lo que Edurne y compañía han aplazado todos sus planes. Pero ayer, cuando hablamos con Willie y nos comentó que todo su grupo estaba metido en la montaña y el se subía hoy, le recordamos el parte del tiempo anunciaba malo. Su respuesta fue: “Son cosas de la montaña”. ¡Cosas de la montaña!
Definitivamente, lo de las comerciales es alucinante (porque ninguna ha bajado el ritmo de trabajo estos días). Ellas tienen para estas fechas programados cinco días de aclimatación entre los campos 1 y 2 para sus clientes y ni el mal tiempo ni nada parecido se lo va a interrumpir. Definitivamente, el Everest ya no es lo que era. Y siento repetirme.
Segunda deuda pendiente: la colada. Pues hoy tampoco ha tocado. El día no ha salido precisamente para colgar ropa y el tendedero sufre ‘overbooking’, con varias prendas de compañeros de expedición luciendo espléndidos carámbanos de hielo que recuerdan que llegarán tiempos mejores para la higiene personal.
Hoy también ha tocado revisión médica. El ‘doc’ vela por nuestra salud cual ángel de la guarda, aunque no le hagamos mucho caso a veces. Sin embargo, lo de hoy ha sido fulminante. Tras la revisión y ver que los porcentajes de saturación de oxígeno no habían evolucionado de acuerdo a la lógica, todos los alpinistas e han cargado de la correspondiente botella de agua para mantener la hidratación adecuada. En cuanto a mí, no me puedo quejar, 82% de saturación (lo máximo que doy desde que estoy aquí. Edurne, por ejemplo, ha dado hoy 81%) y 78 pulsaciones. Y lo que más preocupaba al ‘doc’ de mí, la tensión, también ha mejorado: 13,5/8,5 frente al 15/9 de hace una semana.
Y vamos ya con el tema del título, que me imagino os habrá sorprendido un poco. Sin embargo, es así de claro. La mierda, en el campo base del Everest, se paga a 150 rupias (1,5 euros, céntimo arriba, céntimo abajo) el kilo. Me explico (e intentaré ser lo menos escatológico posible).
Ayer os hablé de la limpieza que hay en el campo base (al parecer no extrapolable a lo campos de altura, pero ese es otro tema del que hablaré cuando los alpinistas se paseen por las alturas y bajen con información e imágenes frescas). Uno de los elementos más peliagudos para mantener esa higiene son las heces humanas. Haceros a la idea. Más de 500 personas viviendo durante mes y medio sobre un glaciar sin ningún tipo de red de saneamiento. La solución son las tiendas-letrina: un agujero en el suelo donde se mete un bidón recubierto con una bolsa de plástico… y a tener buena puntería.
Cada x días, un equipo de sherpas (a los que hemos denominado ‘los liquidadores’) recorren el campo base y van retirando los bidones casi llenos. Y ayer tocó en nuestro campamento. Pero como comprenderéis, esa operación no es gratis. ‘Los liquidadores’ realizan el trabajo provistos de una balanza, con la que pesan los bidones, a razón de 1.500 rupias el kilo. Realizado el pesaje, el sirdar (responsable nepalí de la logística) de la expedición, en nuestro caso el cocinero Ngati, es el encargado de abonar la cantidad correspondiente.
Hoy han sido 40 kilos entre las dos letrinas que tiene la expedición. Aunque es la segunda recogida desde que llegamos hace diez días. La anterior fueron 36 kilos. En total, habitamos este campo base 15 personas. El que quiera que eche las cuentas. ¡Sin contar que hoy hemos comido alubias! Por cierto, el ‘cargamento’ se baja hasta el pueblo más cercano, Lobuche, donde se entierra.
Los alpinistas llevan mal la inactividad, pero aún peor los sherpas. Así que aprovechando que los partes meteorológicos dan bueno por las mañanas para los próximos tres días, Jangbu, Mingma y Pasang subirán hasta el campo 2 para hacer un nuevo porteo. Ngati también quiere ir, pero está pendiente del visto bueno del ‘doc’, que el otro día se enfadó bastante cuando descubrió que había subido al C-1 sin su permiso, ya que tenía una fuerte bronquitis.
Bueno, y esto es todo por hoy. Por aquí empieza a oscurecer, así que me voy a poner las tres capas de ropa (¡menudo complejo de cebolla) antes de ir a cenar.
Por cierto, hoy se han cumplido tres semanas desde que salí de Bilbao. Tres semanas ya…
La ropa colgada en el tendedero del CB, con carámbanos incluidos.
El ‘liquidador’ recoge el bidón de una tienda-letrina.