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Juanito Oiarzabal: “Si me hubiera quedado un gramo de fuerza habría ido a por Tolo”

Dicen los que la conocen que el Annapurna nunca deja indiferente. El recuerdo que tenía de ella Juanito Oiarzabal no podía se mejor. Hace once años, aquí acabó sus primeros catorce ‘ochomiles’. Sin embargo, lo que no podía imaginar es que su vuelta a ella iba a resultar tan amarga, con el fallecimiento de uno de sus compañeros de expedición. Aunque quizá su amargura haya venido más por las circuntancias en que se ha producido que por su muerte.

Sus duras palabras hacia los sherpas de Miss Oh y hacia la propia coreana han dado la vuelta al país. Tres días después, el alpinista vitoriano se reafirma en cada una de sus opiniones, aunque con el lenguaje más moderado que da la perspectiva del tiempo. Y recuerda que él nunca quiso ofrender a los sherpas a los que considera sus “compañeros” y “como una familia”.

-¿Cómo se encuentra, tanto física como anímicamente?
-Anímicamente hemos vivido momentos muy duros, como cuando tuvimos que llamar a Marga, la mujer de Tolo, para contarle el desenlace de todo. Pero poco a poco lo iremos superando. Por desgracia no ha sido la primera vez, ni será la última. Es la ley de estas montañas. También hemos estado muy preocupados por los sherpas que han bajado andando, así que en ese sentido al menos nos hemos llevado una alegría. Y?en cuanto a lo físico, estoy en muy buenas manos con el doctor Morandeira y la doctora Marín y desde que hemos bajado nos han cuidado muy bien. Tengo lo pies con alguna congelación, que no son graves pero sí muy dolorosas.

-¿Cuándo se dieron cuenta de que Tolo Calafat estaba mal?
-Realmente no te das cuenta. Llegamos a la cumbre más o menos todos juntos. La subida se hizo muy larga y Tolo llegó cansado, pero normal, como todos, no le vimos especialmente agotado. Nos hicimos unas fotos y rápidamente empezamos a bajar. Enseguida cogimos el corredor y cada uno bajamos a nuestro ritmo. Él se quedó un poco atrás quizá porque no tiene tanta técnica como nosotros, porque su deporte son las carreras, y encima los coreanos habían quitado la cuerda, pero como iba con un sherpa arropándole estábamos tranquilos. Hasta que se hizo de noche y como él llevaba las frontales nos paramos a esperarle. Estuvimos esperando dos horas y media y cuando notamos que empezábamos a congelarnos llamamos al campo base y nos dijeron los que pasaba. Sin luces y con el principio de congelación, decidimos encordarnos en corto los tres y bajar aprovechando la luz del frontal de Dawa. Alcanzamos el campo 4 pasadas las doce de la noche. Hicimos agua, nos hidratamos y estuvimos toda la noche en vela, porque teníamos la esperanza que pese a todo Tolo llegará hasta las tiendas.

-Y al día siguiente es cuando hablaron con Oh Eun-Sun para que sus sherpas subieran a buscarle.
– A las cinco de la mañana nos levantamos y fuimos a hablar a la coreana, porque era la única que nos podía ayudar. Tenía con ella los sherpas más fuertes y en el campo 3 otros tres sherpas de refresco que no habían ido a la cumbre. Le explicamos la situación y le pedimos por favor que nos ayudase. Y entonces vimos que no tenía autoridad con sus sherpas. No sabemos si porque de verdad no podía o porque no quería. El caso es que estuvimos toda la mañana negociando, y en ese contexto fue en el que llegamos a ofrecerles 6.000 euros para que nos ayudaran.

-Les acusan, y especialmente a usted, de haber tratado a los sherpas poco menos que como esclavos.
-En primer lugar, yo no he tratado a nadie como esclavo. Nosotros les pedimos ayuda y me indignó su actitud tan insolidaria. Pero que no entienda su actitud no quiere decir que los haya tratado como esclavos. Ni ahora ni nunca. Llevo toda mi vida dedicada al himalaya, he trabajado muchísimos años con muchos sherpas y jamás los he tratado así. Todo lo contrario, para mí han sido como una familia y siguen siéndolo. En ningún momento se me ocurriría pensar que los sherpas son personajes que están ahí para servirnos a nosotros. Todo lo contrario. Están ahí para ayudarnos. Y lo hacen previo pago, como profesionales que son.
Y respecto a si podíamos haber subido nosotros, los dos estábamos en el campo 4, yo con congelaciones en los pies y Carlos casi ciego y con congelaciones también en las manos, además de totalmente agotados. Así nosotros no podíamos hacer nada, más que aumentar la tragedia.

-¿Y los que critican que delegaron en los sherpas una resposabilidad que era de ustedes?
-A la gente que pregunta por qué no subimos nosotros a por Tolo yo se lo digo bien claro. Si hubiesemos podido, si me hubiese quedado un gramo de fuerza suficiente para hacerlo, yo habría subido a por Tolo.

-Ha criticado duramente a la coreana. ¿Qué reflexión que hace sobre el comportamiento de Miss Oh?
-Yo soy una persona que ha tratado muchos años con coreanos, sobre todo con Um Hong-Gil (segundo coreano en lograr los 14 ochomiles) y con Gi, la primera coreana que intentó hacer los catorce y que se mató precisamente en el Annapurna en 1999. Y el problema es que ellos tienen una actitud ante la vida y la muerte totalmente distinta a la nuestra. Como anécdota te puedo contar que al bajar de la cumbre los coreanos y nosotros dormimos en el campo 4 y a la mañana siguiente, con Gi aún sin aparecer, se fueron para abajo sin esperar ni un minuto. El concepto que tienen de la vida difiere totalmente del nuestro. Pero eso no les fustifica para tener un comportamiento absolutamente insolidario con alguien que les está pidiendo ayuda.

-Se le acusa de que como compañero de cordada de Tolo debía haber estado más pendiente de él.
-A priori, en estas montañas cada uno tiene que ser totalmente autónomo y saber tomar las decisiones por uno mismo. En este caso además, Tolo iba con un sherpa, con su sherpa personal, así que en ningún momento estuvo sólo o abandonado. Y lo que hicimos es lo que se hace normalmente en este tipo de montañas, subir y bajar cada uno a su ritmo. Vigilándonos un poco que tal vamos y ya está. Eramos un expedición de compañeros. Las circunstancia son las que son. En estas montañas partes de casa con la premisa de que eres autónomo. A partir de ahí, toda la ayuda que te venga es de regalo. Porque hay que ser consciente del riesgo que se corre ahí arriba y no se puede depender de otras personas. Así que los que hacen estas acusaciones, con todos los respetos, no tienen ni la menor idea de lo que conlleva hacer una montaña de ochomil metros.

-¿Le pudo faltar a Tolo experiencia para darse la vuelta y quizás usted como compañero se lo podría haber dicho?
-Pero es que yo no soy nadie para dar órdenes allí arriba. En todo caso, es una decisión que tenía que haber tomado él . Yo no soy ni su padre ni sus madre para decirle qué es lo que tiene que hacer. Yo cuando voy al Himalaya soy consciente de lo que hago, de lo que soy y de lo que me juego. Suena duro pero es así. Son las circunstancias de la montaña.

-Tolo es el sexto o séptimo compañero que pierde en un ‘ochomil’. ¿no le hace reflexionar?
-Mira, la única reflexión que uno se tiene que hacer cuando está en este negocio es que estás expuesto a todo. Tu no puedes plantearte un proyecto como en el que estoy metido sin pensar que no te vaya a pasar algo. Y con esa condición tienes que salir de casa. Yo siempre lo he tenido muy claro y mi familia también. Mi vida es la montaña y el Himalaya y por sucesos como esto no voy a dejar de hacer esto. Sin duda, pérdidas como ésta te hacen pensar y reflexionar mucho. Pero llega un momento en el que tienes que aparcarlas, que no olvidarlas, porque a un amigo perdido no se le olvida nunca, para seguir adelante. Si no, no podrías vivir.

-¿Algo que añadir?
-Sí, que no he querido ofender ni ensuciar la imagen de ningun sherpa. Pero es que cuando tienes a un compañero que se está muriendo ahí arriba tienes que hacer todo lo posible y sacar todo lo que tienes dentro en todos los aspectos para intentar salvarlo. En ese sentido quizás la reacción que he tenido en algunos momentos ha sido motivada por la impotencia y la rabia de ver que con dos sherpas que los teníamos ahí lo podíamos salvar. Y eso ha hecho que se me entienda mal. Pero yo no soy así. Todo lo contrario, para mi los sherpas son mis compañeros y los respeto profundamente. Y por último, enviar todo el cariño a Marga y a sus hijos. Sentimos mucho su muerte y desde luego puede estar tranquila de que hemos hecho lo imposible para salvarlo, pero las circunstancias no han querido que fuese así.

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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