Edurne Pasaban ha concluido el reto de su vida. Su sueño. Es el momento de las celebraciones, de los homenajes, de los agasajos. Sin embargo, no se deja arrastrar por esa marea. Más reflexiva que nunca, hace balance y el resultado no es tan positivo como muestran los periódicos. Efectivamente hay una Edurne mediática, fuerte como alpinista, que ha subido los 14 ‘ochomiles’, a la que sin embargo ella ve con cierta distancia. La tolosarra se queda con la otra Edurne, la personal, la contradictoria, la que sufre y duda en soledad. La que sus padres conocen y admiran.
– ¿Qué se siente cuando se ha logrado algo que le ha llevado tanto tiempo y energía? ¿La sensación de vacío gana a la de felicidad?
– Ese vacío todavía no me ha llegado. Lo he sentido antes de terminar los 14 ‘ochomiles’, quizá por ese miedo escénico de pensar ‘termino un reto, ¿qué voy a hacer luego?’. Pero ahora, nada más terminar, no me está afectando. Quizá luego, cuando llegue a casa. Pero como hay tantos proyectos, tanta ilusión por hacer cosas, no creo que tenga miedo.
– ¿La montaña seguirá siendo importante en esos planes?
– Seguro. La montaña va a ser la base de todo. Después de terminar esto y de tanto tiempo en ello, no puede quedar indiferente en la vida de uno. Son 10 años dedicados a subir ‘ochomiles’. Mucho o todo de lo que venga a partir de ahora estará siempre vinculado a la montaña.
– Vive en Barcelona desde hace años. ¿Añora Euskadi?
– Sí, sobre todo porque mi familia, mis amigos, todo está allí. Lo más importante de mi vida está allí. No sé lo que pasará en un futuro, pero me veo siempre relacionada con Euskadi, aunque viva en otro sitio. En la vida, además, uno debe vivir donde se encuentra bien y está feliz. Y yo en Barcelona lo he sido en estos últimos años, aunque siempre añorando mi casa y a mi gente.
– ¿Queda algo de la adolescente que se iba a escalar los fines de semana en cuadrilla con su primo?
– Yo creo que sí. Queda la ilusión que teníamos cuando nos escapábamos de casa a escalar a Pirineos. Esa ilusión no se ha terminado.
– Es una mujer de éxito. ¿Tiene esa consideración de usted?
– No, para nada. He tenido éxito, entre comillas, en algunas cosas, pero ha llegado con esfuerzo. Pero en muchas otras cosas de la vida no me siento una persona con éxito ni afortunada. Soy como todo el mundo. Por desgracia, en este mundo siempre nos pesa más lo que no ha salido bien que lo que ha salido bien.
– ¿El poso de los problemas es mayor que el de los éxitos?
– Sí. De hecho, los llantos de estos días no son de alegría, sino de sentir que la gente te identifica como una persona de éxito por haber conseguido los 14 ‘ochomiles’, y sin embargo yo no me considero así. Yo me considero en muchas cosas una gran fracasada en la vida, y eso me hace llorar. Y cuando hablo de fracaso no me refiero ni a lo deportivo ni a lo montañero. Hablo a un nivel personal.
– Su primer ‘ochomil’ fue el Everest en 2001. ¿Cuál ha sido su mejor y su peor momento en estos nueve años?
– Mejores ha habido muchos. No sabría decir uno en concreto, porque al final éste puede ser un gran momento, pero llega gracias a una acumulación de otros buenos momentos. Y malos también, porque nada ha sido fácil. Pero no es fácil para nadie cuando se propone un reto cualquiera, deportivo, laboral&hellip lo que sea. Y en diez años pasan muchas cosas malas en las que seguramente el poso de esas malas, el superarlas, ha sido más difícil que las buenas. Y por eso el recuerdo que queda es el de las malas. Como la pérdida de amigos, de amistades, seguir una vida que no ha sido fácil para una mujer en los años que me ha tocado a mí, desde los 26 hasta los 36, en una época en la que seguramente una mujer también hubiera querido otras cosas. Y superar todo eso no ha sido fácil.
– ¿Se arrepiente de exponerse tanto, como cuando habló públicamente de sus problemas personales y su depresión?
– Todo lo que he contado de mi vida privada ha sido porque lo he sentido y porque quizá, si alguien ha pasado por lo que yo he pasado, en algún momento me hubiese gustado que me hubieran echado una mano. Y en aquel momento sólo tuve a mis padres, que los pobres no sabían ni lo que era aquello ni lo que me pasaba. Nunca he querido dar pena ni nada parecido. Porque para dar pena habrá mucha más gente con cosas más graves que lo que me ha pasado a mí. Si el hecho de dar a conocer mi depresión ha ayudado a alguien me doy por satisfecha.
– ¿No ser la primera en acabar los 14 ha sido una decepción?
– En absoluto.
– ¿Le ha dolido más que haya sido Miss Oh la primera?
– Por supuesto. Pero más que el quién, el cómo. Y más ahora con todo lo que está pasando. A mí qué más me da ser la primera que la segunda a estas alturas. Eso no va a cambiar nada. La gente se cree que porque yo sea la primera en acabar los ‘ochomiles’ mi vida va a ser distinta. Esto es sólo para dar carnaza a la gente. No creo que vaya a cambiar nada. Lo que está claro es que si por ejemplo hubiese sido Kaltenbrunner lo habría vivido con mucha más ilusión. Si hubiera sido ella habría sido fantástico.
– Se le ha criticado el tipo de himalayismo que hace, nada innovador y más mediático que deportivo…
– Después de haber acabado los 14 ‘ochomiles’ ha habido gente que me ha criticado y otra que me ha felicitado. Entre los que me han felicitado están Gerlinde Kaltenbrunner, gran alpinista muy por encima de mí, Reinhold Messner, el grande de los grandes, y Denis Urubko, que creo que es el alpinista que me podía criticar más porque es prácticamente el único que está haciendo cosas interesantes en ‘ochomiles’ -acaba de abrir una vía en el Lhotse- y le han concedido el piolet de oro por otra apertura en el Cho Oyu. Mientras tanto, hay gente que critica mi actividad como alpinista. Si la hubiera criticado Messner, Gerlinde o Denis hubiera pensado ‘tienen toda la razón del mundo’, pero a todos los demás me gustaría preguntarles: ‘¿Habéis hablado alguna vez con Edurne Pasaban? ¿Habéis coincidido alguna vez en un campo base con Edurne Pasaban? ¿Os habéis encordado alguna vez con Edurne Pasaban? No, ¿no? Entonces, ¿qué es lo que queréis de Edurne Pasaban?’.
– La felicitación de Messner encierra la esencia de escalar montañas.
– Es preciosa. ‘Tus catorce ochomiles son inconfundibles, como tú. Seguro que son inútiles, pero por eso resultan más hermosos. ¡Felicidades!’. Es lo que más ilusión me podía hacer. Messner se ha parado a pensar esa frase. Se ha parado a pensar una felicitación para Edurne Pasaban porque ha terminado los 14 ‘ochomiles’. Y eso es lo que me parece más grande. Es una felicitación como si me conociera y es lo que más feliz me ha hecho.
– ¿Hay mucha envidia en el mundo de la montaña?
– Por desgracia en este mundo que vivimos hay envidia en todo. Y por eso no somos felices. Hay envidia en la política, en la vida, en el quehacer diario. ¿Por qué no nos preocupamos primero en cómo nos van las cosas a nosotros?
– ¿Ha hecho más amigos o enemigos en este tiempo?
– Yo creo que muchos más amigos. Muchos más. Lo bueno que he tenido es que todo el mundo que me ha conocido ha acabado siendo mi amigo. En eso me siento muy afortunada.
– ¿En algún momento ha tenido la sensación de haber arriesgado más de lo que debía?
– ¡Qué va! He sido una ‘segurola’. En las montañas siempre he sido muy segura. Siempre. Me quieren demasiado.
– ¿Dónde lo pasó peor, en el K-2 o en el Kangchenjunga?
– En el K-2. En el ‘Kangchen’ fue mucho más espectacular, más mediático, porque ya estaba en la recta final de los 14 ‘ochomiles’, pero al final se trató sólo de una pájara entre los campos 4 y 3. Pero realmente donde me jugué la vida fue en el K-2.
– Ha perdido a varios amigos y usted misma ha estado en el límite. ¿Piensa mucho en la muerte?
– Sí, pero no la relacionada con la montaña, sino en la muerte que me rodea a mí y a mi gente. En la montaña no porque ya te he dicho que soy muy ‘segurola’ y siempre pienso que nos van a salir bien las cosas. Alguna vez piensas que puedes no volver, pero como he vivido la muerte en otros aspectos de la vida que no tienen nada que ver con la montaña, eso me ha ayudado también a superar esos momentos.
– ¿Qué le diría a la gente que no entiende que una persona se juegue la vida, y a veces la pierda, por subir una montaña?
– Que entiendo muy bien que no lo entiendan. Porque es algo que no se puede entender si no se vive. Como todo en la vida. Yo muchas veces tampoco entiendo que alguien se deje la vida en un coche o en otra situación. Así que entiendo y respeto muchísimo a esa gente. Y no tengo una respuesta para poder convencerles y cambien de opinión. No les puedo decir nada. Sólo que he sentido la muerte más fuera de la montaña que en ella.
– Los familiares, las parejas, los padres, suelen ser los sufridores de todo esto. ¿Los alpinistas son egoístas?
– Debemos de serlo, aunque no nos damos cuenta. No lo hacemos queriendo, pero debemos de ser muy egoístas porque lo mismo que esas personas que no entienden que nos juguemos la vida, nuestras familias, nuestras parejas tampoco lo entienden, pero intentan entenderlo porque nos quieren. En estas últimas expediciones me he planteado lo que tienen que sufrir los padres y me siento egoísta.
– ¿Su depresión le ha hecho más fuerte o le ha advertido de que no es tan fuerte como creía?
– Yo creo que no soy fuerte. He aprendido con el tiempo. He ido aguantando estos años, he ido superando cosas, pero no creo que sea totalmente fuerte.
– ¿Y cómo alguien tan vulnerable en lo personal puede dedicarse a una actividad para la que se necesita ser tan fuerte?
– Pues la verdad es que no tengo ni idea. Ni yo, ni las personas que me han atendido siempre, ni nadie. Cómo puedo soportar todo esto, los ‘ochomiles’, la vida en los campos bases, la presión, y luego ser tan débil en otras cosas. No lo entiendo. El corazón este que tengo que ahora va a 38 pulsaciones debe de tener una parte sentimental que no lo supera.
– Ahora quiere ir de nuevo al Everest para subirlo sin oxígeno. ¿Quiere demostrar algo?
– No tengo que demostrar nada a nadie. Es una cosa personal, porque me apetece seguir haciendo montaña. Es que nunca he hecho las cosas para demostrar nada a los demás. Ni los 14 ‘ochomiles’, ni si voy sin oxígeno al Everest. Lo hago para mí.
– Un día declaró que su decimoquinto ‘ochomil’ sería tener un hijo. Finalmente va a ser el Everest. ¿Y el decimosexto?
– Seguramente tendrá que ser así. Es un proyecto de vida distinto a lo que hago ahora. Pero es un proyecto que está ahí y que seguro que lo voy a hacer, como he hecho los 14 ‘ochomiles’. Pero con el tiempo he aprendido que cada cosa tiene su momento y su sitio. Y en este momento, a corto plazo, no va a poder ser.
– ¿Y si un día su hijo o hija le dice que quiere dedicarse a subir montañas de ochomil metros?
– No le voy a decir nada, como mis padres no me lo dijeron. Tendré que sufrir como han sufrido ellos para ver a mi hijo feliz y le apoyaré hasta que lo pueda conseguir, que es lo que han hecho mis padres.