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Insolidario Himalaya

El Annapurna tiene un 36% de siniestrabilidad y en la madrugada del jueves se volvió a cobrar otra víctima. En el 2009 se quedó con Iñaki Ochoa de Olza y ésta vez el muerto ha sido otro español, Bartolomé ‘Tolo’ Calafat, un mallorquín de 40 años que ha sucumbido sólo, en medio de la ventisca, por agotamiento y un edema. Era su séptimo ‘trek’ en el Himalaya y tanto en el anterior al Shisha Pangma como en éste al Anna integraba la partida de Oiarzabal.

El vitoriano ha acusado el golpe. Desde el campo base, al límite de sus fuerzas, con los pies vueltos a congelar, pero poseído por un inmenso cabreo, ha reventado. Y ha arremetido contra la coreana Oh Eun-Sun y su potente equipo. “Se está perdiendo la solidaridad en la montaña. Los sherpas de la coreana se podían haber mantenido arriba, pero no lo hicieron. Les ofrecimos 6.000 euros, pero ni por esas. No quisieron subir a buscar a Tolo”. Tiene toda la razón.

Desde que las empresas (Endesa), los medios (RTVE) y los países (Corea del Sur) entraron en la carrera de los ‘ochomiles’, la montaña ha perdido ‘glamour’, porque las inversiones exigen resultados, o sea cimas, y porque la mentalidad de los aspirantes es diferente. La reacción de un coreano o un japonés ante un accidente no es la de un europeo. No porque sean ni mejores o peores, sino porque su planteamiento de la vida está en la antípodas del nuestro.

¿Ayudar a un desconocido poniendo en peligro hacer cima? Puede que lo hagan o puede que no. No les va a quitar el sueño. El ‘Beau Geste’ queda para Oiarzabal, Orubko, Egocheaga, Moro, Pauner, el altruista Colibasanu… No hubieran vacilado, como no dudó el equipo internacional que se volcó, infructuosamente por cierto, en el intento de rescate del navarro.

Luego están los sherpas. Estos tibetanos quizá sean los menos pobres en un país, Nepal, hundido en la miseria. Viven de la montaña y cobran por hacerlo. En otras palabras, son mercenarios y como tales quieren sacarle el mayor partido posible a una actividad que en la mayoría de los casos se les escapa. Ven que cada vez mueve más dinero y ellos también se han deshumanizado. Contaba Pasaban que en el Kangchenjunga, cuando yacía medio muerta en la tienda, llegaron dos sherpas y les ofrecieron oxígeno. Creo recordar que les pidieron 600 dólares por bombona, al contado.

Pero las palabras de Oiarzabal no terminan ahí. También dijo algo tan significativo como “ya está bien. De una vez por todas la gente se tiene que dar cuenta de que hay un momento en el que hay que darse la vuelta”. Kurt Diemberger lo expresó con otras palabras hace varios años. “Un ‘ochomil’ sólo te pertenece cuando estás de vuelta en el campo base”. Algunos no lo quieren entender. Entre la irrupción de la competición (algo impensable en montaña) por hacer más cumbres (los ochomiles femeninos), las expediciones comerciales estadounidenses al Everest y K-2, y lo caros que se han puesto los permisos individuales, los alpinistas apuran al límite. Quieren la cima por encima de todo. Y lo pagan con la vida.

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Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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