Como uno ya tiene algunas décadas encima y 30 años de periodismo a las espaldas, el asunto inmediatamente me ha traído a la memoria los intentos de instalar una fábrica de automóviles en Vizcaya –Amorebieta para ser más exactos- de la mano del ingeniero vasco José Ignacio López Arriortua. Primero con General Motors y más tarde con Volkswagen. Los detalles de la historia son accesibles en internet, así que no me extenderé sobre el asunto.
De la lectura de las informaciones publicadas por la prensa catalana yo había sacado una idea bastante clara, aunque al parecer equivocada: Cataluña cuenta con muchas posibilidades de albergar esa planta de ensamblaje de automóviles y la Generalitat está convencida de que será así. En principio, hay razones para pensar que pudiera ser así. Cataluña tiene tradición en el sector e imagino que la Administración catalana está dispuesta a apostar fuerte por recuperar la actividad industrial en la región.
Aproveché ayer un viaje a Barcelona para preguntar sobre el tema a eso que se llaman “fuentes generalmente bien informadas”. La percepción allí es bien distinta. “Creemos que es un cuento chino”, me dijo mi interlocutor. “Montilla –me aclaró- ha viajado a China y ni siquiera se ha traído bajo el brazo un acuerdo de intenciones, una propuesta de colaboración, un ‘estudiaremos las posibilidades’. Nada, ha vuelto de vacío”.
“Pero….¿y el optimismo que expresa Montilla tras su vuelta del viaje?”, pregunté. “Ummmm, no te despistes. En Noviembre hay elecciones autonómicas….” Y entonces, toda la historia de los coches de Amorebieta, los relojes en la muñeca derecha y las declaraciones de los políticos de la época pasaron por mi cabeza en tan sólo unas décimas de segundo.
¿Será que, además de las crisis, los cuentos chinos sobre fábricas de automóviles también están sometidos a ciclos? Electorales, por supuesto…