¿Se imaginan ustedes al presidente del Banco de Santander, del BBVA o del Popular, apareciendo cada tres meses en los medios de comunicación al grito de “¡¡¡Que alguien me fusione, por favor¡¡¡?” Las acciones de estos bancos se desplomarían, algunos, quizá muchos clientes, saldrían pitando y retirarían sus ahorros de la entidad y cruzarían la calle para irse a la competencia. Algunos accionistas de referencia pedirían una junta extraordinaria para reclamar su cabeza antes de que el daño fuese irrepabale. Sin ir más lejos, no me imagino a Mario Fernández, el presidente de la BBK, reclamando en público cada tres semanas que Ignacio Sánchez Galán, el presidente de Iberdrola, le haga más caso del que le dispensa.
Ni siquiera es justificable por venir ese grito de una entidad financiera pequeña. ¿Ha escuchado alguien al presidente o al director general de la Caja Rural Vasca pedir que alguien se fusione con ellos? Y eso que la Caja Rural Vasca es varias veces más pequeña que la Vital alavesa. Por cierto, Ipar Kutxa es un ejemplo para todo el que quiera defender que lo “pequeño también es bello”.
Semejante actitud tampoco sería fácil encontrarla en una empresa industrial. Cualquier gestor sabe que reclamar a gritos una fusión –más aún cuando has cosechado varias calabazas- debilita tu posición, alerta a tus proveedores y demuestra que no tienes confianza en la maquinaria que diriges. Creo que una actitud de este tipo no es fácil encontrarla en gestores, aunque sí en políticos metidos a gestores.
La última propuesta de Rojo es más alarmante aún, si cabe. Reclama la fusión de los balances de las entidades –lo que técnicamente se conoce como SIPy coloquialmente como ‘fusión fría’- a sabiendas de que Kutxa y BBK no ven en el panorama político vasco el hueco necesario para sacar adelante el proyecto de creación de la caja única. El presidente de la Vital tenía mejores argumentos para insistir en las bondades de la integración, sin tener que recurrir a un mecanismo que está diseñado para facilitar el inicio de los procesos de fusión de entidades sanas con otras enfermas y solventar además los problemas jurídicos del ‘matrimonio’ entre cajas de distintas comunidades autónomas. No es este el caso, Vital, BBK y Kutxa pertenecen a la misma comunidad autónoma y nadie ha dicho que atraviesen problemas de solvencia financiera. Rojo ha dejado a un lado reclamaciones que podían ser mucho más sólidas: la integración informática, la creación de una corporación conjunta de participadas, la fusión de las gestoras de fondos o el lanzamiento de productos unificados, por nombrar tan sólo las más evidentes.
Hay sin embargo un matiz en el que hay que darle la razón a Gregorio Rojo. La actual situación del mercado financiero o la crisis, en su conjunto, no son razones suficientes para mirar hacia otro lado y rechazar la fusión de la Vital con BBK y Kutxa. Ese ‘latiguillo’ de que ahora hay que “centrarse” en el negocio y dejar aparcada la fusión suena a milonga pampera. ¿Acaso no se ha “descentrado” la BBK persiguiendo por ahí a la Caja Castilla La Mancha o a la Caja del Mediterraneo?