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Fármacos venenos, venenos fármacos

Numerosos grupos animales han desarrollado estrategias que conllevan el uso de toxinas, tanto para atrapar presas como para evitar convertirse uno mismo en presa de otros. En equinodermos, celenterados, anélidos, moluscos, artrópodos, peces, reptiles y anfibios hay especies que recurren al uso de venenos.

En una entrada anterior hemos visto toxinas que interfieren en el normal desarrollo de la comunicación entre neuronas o entre una neurona y una célula muscular; lo hacían obstaculizando o impidiendo la liberación de los neurotransmisores, las moléculas encargadas de trasmitir la información. Pero además de esas, también las hay que impiden que tales neurotransmisores actuen correctamente en la célula a la que se dirigen, esto es, a la célula que recibe la información.

Entre esas toxinas se encuentra la a-bungarotoxina. Se trata de un péptido que forma parte del veneno de la serpiente Bungarus multicinctus (krait común). La a-bungarotoxina se une de forma irreversible a un receptor (el nicotínico) del neurotransmisor acetilcolina y como consecuencia, la acetilcolina no provoca la apertura de los correspondientes canales. El búngaro, al morder e inyectar el veneno, paraliza de esa forma a la presa. No se trata de un modo de acción singular, ya que los péptidos a-neurotoxina, de la cobra, y erabutoxina, de la serpiente de mar, ejercen el mismo efecto.

Por sorprendente que parezca, algunos pueblos nativos de Sudamérica utilizan, en sus flechas o dardos, venenos cuyo modo de acción es similar. Es muy conocido el curare, sustancia que tiene el mismo efecto que las toxinas vistas antes. Es cierto que el curare no es de origen animal, ya que se trata de una mezcla de toxinas extraídas de la planta Chondrodendron tomentosum, pero las cosas no varían demasiado por esa razón. En este caso tenemos a un animal (el ser humano) haciendo uso de un veneno de origen vegetal (el curare) para facilitar la caza de otros animales. Al fin y al cabo, lo que hacen los indios de la Amazonia es servirse de un producto natural para actuar del mismo modo en que actuan los animales venenosos.

También hay casos interesantes entre los inveertebrados marinos. Un bonito ejemplo es el del veneno de los caracoles cónicos, la denominada conotoxina. La conotoxina es una mezcla de diferentes péptidos, algunos de los cuales bloquean canales iónicos, pero entre ellos hay uno que, como la bungarotoxina, bloquea los receptores de la acetilcolina. Como consecuencia, al actuar en la sinapsis neuromuscular inhibe la contracción muscular. Esto es, a pesar de que el sistema nervioso envía las señales que deben desencadenar la contracción de los músculos, dicha contracción no se puede producir porque las señales no alcanzan su objetivo final, la célula muscular. Bajo esas condiciones, las posibilidades de fuga de la presa son mínimas, por lo que resulta sencillo para el caracol dar buena cuenta de la presa.

Cuando me ocupé de las toxinas que producen las bacterias del género Clostridium vimos el uso que se da a la toxina botulínica con fines médicos y estéticos. Pues bien, algunas de las toxinas vistas aquí también están teniendo uso médico o se están investigando con ese propósito. El curare, por ejemplo, se ha utilizado como relajante muscular. Y las conotoxinas también se han empezado a investigar para aliviar dolores musculares. De hecho, ya se ha comercializado algún fármaco con esa base, pues además de ser más efectivo que la morfina, al no ser un opiáceo, tiene la ventaja de que no genera adicción. Así pues, utilizados en su medida, hasta los venenos pueden resultar beneficiosos.

Este video ilustra el modo de acción de la conotoxina


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Por Juan Ignacio Pérez

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