En cierta ocasión, un joven de 29 años del Estado de Oregón que había bebido más de la cuenta se comió una salamandra de una especie muy común en la costa oeste de Norteamérica por una apuesta con sus amigos de francachela. Lo malo es que esa especie, Tarycha granulosa, es muy venenosa, por lo que el joven se puso fatal y todos los esfuerzos que se hicieron para salvar su vida resultaron baldíos. En menos de 24 horas abandonó este mundo para siempre. Es lo que tiene el alcohol: no siempre nos permite hacer juicios sensatos acerca de circunstancias de lo más diversas.
La piel de las salamandras del género Tarycha es muy venenosa y T. granulosa es una de las especies más conocidas del género, y en la zona en que se encuentra todo el mundo es conocedor de su carácter venenoso.
En otra ocasión ya me ocupé de otro animal venenoso, el pez globo. La toxina contenida en sus tejidos interfiere con el funcionamiento de los canales de sodio dependientes de voltaje que son los responsables de la despolarización de las membranas neuronal y muscular que es la base de la transmisión de impulsos nerviosos. Pues bien, se da la circunstancia de que el pez globo y esta salamandra tienen la misma toxina, la tetrodotoxina (TTX), potente y bien conocido neurotóxico. En esta ocasión me ocuparé, sí, de la salamandra, pero también de otra especie relacionada con ella, una serpiente cuyo nombre científico es Thamnophis sirtalis y que resulta ser el único depredador conocido de la salamandra venenosa.
Además, del mismo modo que se observa coincidencia espacial entre el nivel de tolerancia de las serpientes y el de la toxicidad de las salamandras, también se ha comprobado que los cambios que ocurren a lo largo del tiempo en los dos caracteres obdecen a ese mismo patrón. Esto es, se ha comprobado que existe correspondencia entre los aumentos de la toxicidad de las salamandras en una zona y los de la tolerancia de las serpientes en esa misma zona.
La conclusión que cabe extraer de este conjunto de observaciones es la de que entre salamandras y serpientes se ha establecido una especie de carrera armamentística, puesto que cuanto mayor es la potencia tóxica de Tarycha granulosa, mayor es la tolerancia a la toxina de Thamnophis sirtalis. Al veneno de la salamadra responde la serpiente con su tolerancia al mismo, y lo hace, además, en una medida proporcional.
Como he señalado antes, tanto neuronas como células musculares cuentan con canales de sodio dependientes de voltaje cuyo concurso es esencial para que se produzcan las despolarizaciones transitorias de la memebrana celular en que consisten los impulsos nerviosos. Pues bien, en experimentos realizados con canales de sodio de células musculares de
La historia contada en esta entrada es muy interesante (a juicio del autor, claro está) y es modélica en lo relativo a los mecanismos mediante los que opera la selección natural. Por un lado, se ha observado variabilidad, -inter e intrapoblacional-, en un carácter con alto valor adaptativo; por otro lado, se ha visto que esa variabilidad está relacionada con un factor ambiental; y por último, también se ha identificado el mecanismo molecular implicado. Nos encontramos, además, ante un fenómeno de evolución que está ocurriendo ante nosotros. ¿Qué más se puede pedir?
Referencia: “Mechanisms of Adaptation in a Predator-Prey Arms Race: TTX-Resistant Sodium Channels” Shana Geffeney et al. Science 297, 1336 (2002); DOI: 10.1126/science.1074310
En el video se puede comprobar que el contacto con la salamandra no causa daño, sólo su ingestión. Perdón por la baja calidad del sonido, pero es interesante.