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Water, water, everywhere. Nor any drop to drink…

Son palabras del conocido poema de S. M. Coleridge “The Rime of the Ancient Mariner”. La gente del mar siempre ha sabido que es peor beber agua de mar que no beber ninguna agua.

La razón por la que no nos conviene beber agua de mar es que nuestro riñón no puede producir una orina cuya concentración de ión cloruro[1] sea mayor que la que tal ión tiene en el agua de mar. Como consecuencia de ello, para eliminar el cloruro ingerido al beber agua de mar, el riñón debería eliminar un volumen de orina superior al del agua de mar bebida. Dicho de otro modo, para poder eliminar ese cloruro, además de la ingerida, habría que utilizar agua procedente de los propios tejidos del organismo, lo que en definitiva tendría como consecuencia su deshidratación.

Los animales marinos cuyo medio interno se encuentra más diluído que el agua de mar disponen de mecanismos para hacer frente a esa situación. A ellos me he referido en alguna entrada anterior (veasé, por ejemplo, “Los peces de mar sí beben”). Lo que hacen consiste, básicamente, en eliminar por vía renal y extrarrenal el exceso de sales que incorporan por haber bebido agua de mar. Los teleósteos marinos producen una orina muy concentrada y expulsan sodio y cloruro a través del epitelio branquial.

Las ballenas, como el resto de mamíferos, son capaces de producir una orina con mayor concentración de sales que la sangre. Ahora bien, la capacidad para producir orina de mayor o menor concentración varía entre especies y depende de una característica anatómica y funcional del riñón. Me refiero a una estructura de la nefrona[2] que se denomina “asa de Henle” y que sólo existe en aves y mamíferos. Es precisamente esa la razón por la que aves y mamíferos son los únicos grupos animales que pueden producir una orina más concentrada que el plasma sanguíneo de cuya filtración procede tal orina. Y lo que ocurre es esa capacidad para concentrar más o menos la orina, que depende del asa de Henle, se ha desarrollado en distinto grado en unas especies y en otras.

Así, ballenas y otros mamíferos marinos pueden beber agua de mar, porque tienen una gran capacidad para producir orina de muy alta concentración osmótica. El agua de mar tiene una concentración de 1.000 miliosmolar y estos mamíferos pueden producir una orina cuya concentración llega a los 1.200-1.500 miliosmolar, entre un 20 y un 50% más alta. Gracias a ese gran trabajo del riñón, por cada litro de agua marina bebida, el animal dispone de unos 300 ml de agua “pura”, sin sales. En el caso del ser humano, sin embargo, aunque el riñón puede producir orina de mayor concentración que la de la sangre[3], no puede llegar a ser como la del agua de mar, por lo que la eliminación de las sales conllevaría una pérdida neta de agua. Así pues, está claro por qué el ser humano no puede ser marino.


[1] El cloruro sódico, componente principal de la sal marina, se encuentra disociado en los iones cloruro (Cl ) y sodio (Na+).

[2] Unidad anatómica básica de los riñones de vertebrados.

[3] La sangre humana tiene una concentración osmótica de alrededor de 300 miliosmolar.

Por Juan Ignacio Pérez

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