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Jon Garay

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A Descartes le gustaría el iPad

Aburrido ayer dejando pasar el tiempo me dio por echar un vistazo al periódico Público y me encontré con un artículo que me llamó la atención. ‘La última batalla de los guardianes de Guttenberg” , se titulaba. En una página y media, se trataba del último libro de Umberto Eco y Jean-Claude Carrière, un actor y guionista francés que colaboró durante años con Luis Buñuel y al que no tenía el gusto de conocer. Ambos acaban de publicar ‘Nadie acabará con los libros’, una defensa del libro clásico frente a la “amenaza” de la digitalización. “Interesante -pensé para mi-. A ver si Umberto Eco da buenos argumentos en defensa del papel”. Minutos después, cuando acabé de leerlo, mi sorpresa no conocía límites. Desde luego, yo no iría a la guerra con ellos.

Empecemos con el semiólogo italiano, que dice, al parecer con sarcasmo, lo siguiente: “¡Pasémonos dos horas leyendo una novela en el ordenador y nuestros ojos se convertirán en dos pelotas de tenis!”. Cierto es que leer durante mucho tiempo delante del ordenador no es lo más recomendable, pero también lo es que la tecnología ha desarrollado ya pantallas más adecuadas y que los e-books no presentan ya este problema. Sobre el e-book, Eco asegura que es un instrumento muy limitado porque “depende de la electricidad y no permite leer en la bañera, ni tumbado de costado en la cama”. Sorprendente. De aquí se deduce que el semiólogo italiano no habrá leído nunca sus amados libros por la noche -eso, o tiene su casa llena de velas para no depender del suministro eléctrico-. En cuanto a la posibilidad de leer recostado o en cualquier otro lugar, precisamente los libros electrónicos o el iPad permiten hacerlo donde a uno más le apetezca.

Otro asunto interesante es el de la verosimilitud del contenido de Internet. Eco ve un problema “en aprender a controlar una información cuya autenticidad no podemos verificar”. Como solución, “el consejo que doy a los profesores es que pidan a sus estudiantes que cuando hagan los deberes, realicen la siguiente consigna: encontrad diez sitios web de información distintos sobre el tema propuesto y comparadlos. Se trata de ejercitar el sentido crítico ante Internet, aprender a no aceptar todo a pies juntillas”. Correcto, ¿pero no sirve esto también con los libros?¿Acaso uno puede hacer un estudio fiándose de una única fuente? La capacidad crítica no conoce o no debería conocer distinciones entre soportes. Y el argumento de autoridad, tampoco.

En cuanto a Carrieère, sus razones tampoco son especialmente sólidas. Uno de sus ayores miedos pasa por la rapidez con la que todo se queda viejo. “Por ejemplo, en el cine parece como si necesitáramos anular el pasado, como si todas las películas buenas necesitaran un remake. ¿Cuántas versiones de Drácula nos quedan por ver?”. Y tiene razón, pero esta tendencia no comenzó con la digitalización, sino con Descartes, que inmerso en la Guerra de los Treinta años comenzó a pensar que Aristóteles estaba equivocado y construyó todo un nuevo modelo de pensamiento. Lo nuevo se imponía a lo viejo por primera vez en mil años.

Otro de sus temores es la desaparición de lo que llama ‘grupos de intelectuales’, amigos que se apoyan los unos a los otros, que están en contacto permanente y que tienen un impulso creativo común como pueden ser el grupo de Bloomsbury, los surrealistas o la Nouvelle Vague. A la vista de ello, supongo que este hombre no sabe que la world wide web nació precisamente como una forma de que los científicos pudiesen compartir sus conocimientos de forma más cómoda. Esto, el compartir conocimientos, fue lo que llevó a Tim Berners-Lee a crear la web tal y como hoy la conocemos. Para facilitar este intercambio de ideas, este mismo físico ideó el lenguaje HTML -el de gran parte de las páginas web-, que es básicamente un texto al que se le pueden añadir hipervínculos, es decir, las notas al pie de página que tanto gustan a los amantes del papel, con la ventaja añadida de que pueden consultar de inmediato la referencia mencionada.

Y hablando de grupos de intelectuales, ¿qué posibilitan los foros más que el intercambio de ideas? Carrière tampoco sabrá que los servidores Apache, los más utilizados hoy en día, surgieron en la mente de Brian Behelendorf siguiendo un foro en el que participaba Tim Berners-Lee (a todo esto, un servidor es una especie de ordenador con montones de discos duros conectados que alojan las páginas web).

Es perfectamente legítimo defender la supervivencia de los libros de papel en un tiempo en el que la digitalización lo ‘absorbe’ todo, pero para ello quizás fuera necesario que sus apologetas conocieran un poco más al supuesto enemigo. La web buscaba en su origen facilitar la transmisión del conocimiento, justo lo que hizo el papel frente al pergamino en su momento. Y los nuevos gadgets sigue el mismo camino: posibilitar el acceso al conocimiento en cualquier momento y desde cualquier lugar. Los que aman el papel olvidan también que cuando éste irrumpió, encontró la oposición en los amantes de los pergaminos (Federico de Montefeltro, el condottieri renacentista de de ganchuda nariz retratado por Piero della Francesca, se vanagloriaba de su biblioteca de mantodósticos pergaminos) y que el papiro fue utilizado por los egipcios tanto para escribir como para fabricar su calzado.

Desde mi punto de vista, tan cultura es conocer las obras de Cervantes o Kant que conocer las razones que llevaron a Tim Berners-Lee a crear la web y el HTML. Lo que sucede es que lo primero da prestigio y lo segundo parece propio de enfermos de la informática. La nostalgia -al papel- puede ser un buen asidero personal, pero nunca un buen argumento. Y, por cierto, no me parece descabellado imaginar a Descartes tumbado en la cama con su iPad. Es bien conocido que le gustaba trabajar acostado y que no tenía demasiados remilgos en discutir la tradición.

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