En estos tiempos de escepticismo rampante, en los que ya no hay ovnis ni se aparece el monstruo del lago Ness -bueno, un poco sí -, las noticias de verano tienen sitio para nuestro pequeño mundo del coleccionismo de robots de juguete. Gundam ha vuelto a los titulares, pero no por la famosa estatua de Tokio ni porque se vaya a hacer una adaptación en imagen real de la saga -ya podría ser-, sino por un suceso bastante… eh… lamentable, la verdad.
Yoshifumi Takabe, un obrero de 29 años -o sea, un hombre adulto- que vive cerca de Kobe (Japón) quemó su casa en un ataque de ira al descubrir que sus figuritas de Gundam habían desaparecido. Parece que su mamá, de 55 años, se deshizo de ellas con el fin de que Yoshifume sentara la cabeza de una buena vez y se buscara una mujer para formar una familia decente y dejase de entretenerse con los dichosos robotitos de los cojones. “Ya va siendo hora, Yoshifumi, que tienes una edad”, se imagina uno a la buena señora diciéndole al joven desnortado, que seguro que no hacía ni caso mientras manipulaba alguno de sus preciosos modelos de zaku . Así que terapia de shock. Los putos zakus al cubo de la basura.
La astuta estrategia conductista de mamá no tuvo el efecto deseado y Yoshifumi, al descubrir el estropicio, amenazó con suicidarse. Al no reunir el valor suficiente -si Mishima levantara la cabeza…- optó por la piromanía. Cogió un bidón de keroseno -¿los japoneses tienen estas cosas siempre a mano?- inundó la casa de dos pisos y aplicó una cerilla. Mamá se salvó por los pelos, mientras su desquiciado retoño coleccionista de Gundam se daba a la fuga. Fue localizado por la policía cuando, rociado de combustible, amenazaba con quemarse vivo -de nuevo, si Mishima etc. etc.-.
En fin. La noticia dio la vuelta al mundo, como suele decirse. Aquí hasta la podéis leer en ruso. A mí me gusta especialmente esta nota: ‘Hombre quema su casa porque la mamá le botó las figuritas de Gundam ‘. Los comentarios a la noticia no tienen desperdicio.
Pero el caso es que yo vivo en un piso muy pequeño y la mayor parte de mi colección de robots -casi toda- está depositada en cajas en casa de mis padres. Glups. Espero que mi mamá no necesite hacer sitio. Por otra parte, no sería la primera vez que se deshace de alguna de mis piezas. Hace muchos años, algún pequeño bastardo que vino de visita en mi ausencia se llevó un Ironhide G1 . “Como tú tienes muchos de estos, le he regalado la furgoneta esa roja que se transforma”, recuerdo que dijo. ¡Casi me explota la cabeza como en ‘Scanners’!