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Mauricio Martín

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Downshifting o “Un inglés vino a Bilbao…”

Tenía muy abandonada mi sección de Moteros Ilustres últimamente, y casualmente ha caído entre mis manos un reportaje de hace un tiempo del compañero Ángel Resa sobre un inglés que se vino a Bilbao… como la canción… bueno, casi: en realidad se vino a Murguía -de ésta me cuelgan los alaveses-, dejando estrés y estupendo salario a cambio de amor, tranquilidad, coches clásicos, Vespas y Lambrettas- (a alguno le sonará a música celestial; a otros les encantaría tener algo que poder abandonar… malos tiempos para la lírica). Leedlo y brindemos por el chico de la Lambretta y por Chris Dunn… leed, leed:

El romántico inglés
El británico Chris Dunn repara vespas y coches clásicos en Murguía, adonde llegó hace catorce años tras conocer en Londres a Edurne

30.03.08 – ÁNGEL RESA a.resa@diario-elcorreo.com

A Chris Dunn le variaron la vida, para mejor, el creciente estrés que sufría en Londres y una de aquellas ‘spanish girls’ que conoció en un pub de la capital británica. Edurne Abad, su esposa alavesa, vivía allí a principios de los noventa, en un piso tan compartido que parecía una torre de babel.

Un 15 de julio, anoten la fecha porque está cargada de simbolismo, tomaba unas cervezas junto a amigas y coincidió en el local con Chris y su cuadrilla, que festejaban el cumpleaños del protagonista. Camaradería, unión y una muesca en la mente de él. Dos días más tarde, tras preguntar dónde vivían las ‘chicas españolas’, se presentó con su perro Arthur en el domicilio de ellas. Fue el principio del cambio para este hombre que podría doblar a uno de sus admirados ‘Rolling Stones’, tal es su aspecto de crápula tierno.

«Lo recuerdo todo el rato mirando el reloj», dice Edurne dentro de la casa familiar que comparten en Murguía. La andereño de Olabide rememora el estrés constante que atormentaba a su marido, encargado del mantenimiento en los grandes edificios de la ‘City’ londinense. Harto de estar harto y enamorado de ella, Chris malvendió todo y acudió a la localidad alavesa con sus únicas posesiones innegociables: el Morris clásico y Arthur, el perro ya enterrado en la huerta de la casa. En 1994, el 15 de julio claro está para conmemorar aquel encuentro casual que le giró la vida, se casaron en Murguía.

Un hombre sentimental

Parece mentira que Chris estuviese por entonces cosido al tiempo y obsesionado con la idea de que cinco años más en Londres le «iban a matar». Ahora, «todo paciencia y tranquilidad», según le define Edurne, transmite esa sensación de calma que generan tipos como él, íntimamente satisfechos de dedicarse a lo que les gusta. ¿Y qué hace Chris? Pues reparar vespas, fundamentalmente, pero también lambrettas y vehículos clásicos. Es un romántico que abomina de los coches actuales, esas máquinas casi perfectas sin alma ni personalidad. No le den más vueltas, es un romántico. El romántico inglés de Murguía.

Allí arregló la primera vespa a Antonio, el veterinario del pueblo que sigue dejándose ver a lomos de ella. Chris es un sentimental. Se toma la reparación de motos antiguas como una recompensa. Le traen un ejemplar de cincuenta años casi abandonado en un caserío, lo devuelve a la carretera y quienes lo conocen le ven feliz viendo la rodada de los neumáticos.

Otras anécdotas le han marcado. Como aquel chico de Burgos que le visitó con la lambretta que montaban sus padres. Quería ofrecerles el mejor regalo y acudió a Chris para que la restaurase perfectamente. Les llevó la moto reparada, los padres se emocionaron, se ajustaron los cascos y salieron a dar una vuelta como si fuera ayer, como si el tiempo no hubiera pasado.

Puede invertir «doscientas horas» en acondicionar una moto clásica para cubrir gastos y poco más. Pero él, con la complicidad de Edurne, ha convertido la afición en una forma de vida. Este hombre fascinado por el funcionamiento mecánico de los inventos apenas habla castellano, vuelve a Londres unas cuantas veces al año para visitar a la familia y se siente a gusto en Murguía, entre sus cuatro coches clásicos -impresionante morro el del Corvette-, las vespas y el huerto.

También se sintió en la gloria el 25 de junio de 2003, cuando sintió de cerca en el campo de San Mamés a los Rolling Stones. «Jagger gana con el tiempo y todavía no sé cómo Richards sigue vivo. Aquello fue como volver a estar con grandes amigos». Sonríe como le deja el perenne cigarrillo en la boca, vestido con pelliza de otro tiempo, vaqueros siempre Levis y botas.

-¿Eres feliz ahora, Chris?

-Very much (mucho).

-¿Volverás a vivir a Londres?

-Noooo… Ja, ja.

Fffffffff….. (suspiro)

Por Mauricio Martín

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