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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Menos basura

Se supone que vivir entre basura es desagradable, además de poco saludable y biológicamente poco aconsejable; con seguridad, la evolución nos ha seleccionado para evitar el peligro de la infección y los malos olores nos avisan de lo que hay que evitar. Sin embargo, me temo que seguro que hay quien desmiente con convicción esta, quizá, ingenua creencia mía y, a pesar de la biología, le encanta vivir entre porquería. En fin, que ya vemos que los olores son importantes e, incluso, como cuentan Martijn de Lange y sus colegas de la Universidad Radboud de Nimega, en Holanda, los olores son poderosos disparadores de sentimientos, emociones y conductas, a pesar de que a menudo no seamos ni siquiera conscientes de ello. Los olores, por ejemplo, pueden alterar el ánimo y provocar conductas de aproximación o de huída (como hemos dicho, la materia en descomposición o basura), o pueden provocar asociaciones de ideas y recuerdos que nos cambien el ánimo (como pasar delante de una pollería y, unos metros más allá, sentir que tenemos hambre). Todo esto se conoce, sobre todo, de trabajos en el laboratorio y poco se ha hecho en la calle, con su confusión y acumulación de estímulos, no solo de olores, sino también de los que llegan a través de los otros cuatro sentidos. Y estamos en estas cuando a los ferrocarriles de Holanda (los Dutch Railways), que llevan años prometiendo a sus clientes viajar en vagones bien limpios, se les ocurre una idea y un proyecto de investigación: averiguar si la existencia de un ambiente oloroso en los vagones influiría en la cantidad de basura que los viajeros arrojan durante el trayecto. Y Martijn de Lange va a averiguarlo.

En un determinado trayecto y en algunos vagones del convoy, de Lange coloca 7 recipientes escondidos con aroma a limón y perfume “Capitaine”. El trayecto que dura 1 hora y 44 minutos, y los vagones utilizados son los mismos durante todo el experimento. Entre las dos últimas paradas se recoge la basura arrojada al suelo del vagón; por supuesto no se tiene en cuenta la que está en las papeleras. La basura se cuenta, clasifica y pesa. Como control, en cada viaje se intercalan vagones sin aroma a limón.

Pues bien, aunque la basura que los viajeros holandeses, claramente un pueblo aseado, tiran al suelo de los vagones es poca, la hay y su análisis permite llegar a conclusiones. La diferencia entre los vagones que huelen a limón y los que huelen, creo yo, simplemente a tren, es notable: En peso, la basura de los vagones sin aroma es tres veces mayor que en los vagones con aroma, y en número de porquerías es más del doble. Vean que sistema más sencillo y agradable de mantener aseados los vagones del tren. Quizá funcione en otros lugares cerrados y otros medios de transporte.

 

*de Lange, M.A. y 3 colaboradores. 2012. Making less of a mess: Scent exposure as a tool for behavioral change. Social Influence 7: 90-97.

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Por Eduardo Angulo

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