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El hecho sucesorio

Sorprende la alegría con que el PSOE se ha lanzado a buscarle sucesor a Zapatero. No como consecuencia de su derrota electoral o de que los suyos lo echen, que en política son las formas más sanas de acabar con el anterior. Tampoco con el modelo yo me voy pero aquí os dejo a mi hijo, tipo Aznar: queda fatal pero tranquiliza a la ciudadanía y sobre todo a la militancia, que no tiene que sufrir meses haciendo cábalas sobre quién ganará, para demostrar que siempre ha estado con él. Lo del PSOE es un harakiri basado en una ficción y dos imposibles. La ficción: ZP se va porque quiere, sacrificándose por el partido y la nación. Y están las ideas inverosímiles de que se aplazarán las tensiones entre candidatos un par de meses, sin condicionar las elecciones locales, y de que habrá unas elecciones prístinas tuteladas por el árbol caído -que sigue con mando en plaza- absteniéndose de intervenir en el proceso interno, como si no le fuera nada en ello.

Nada de esto tiene sentido. Sólo la ingenuidad o su contrario pueden llevar a sostener que un proceso así puede funcionar. El PSOE se hundirá en arenas movedizas si oculta que ZP se marcha por la debacle en las encuestas. En ese caso el partido –y los candidatables- tendrán que sostener que el Gobierno ha sido siempre perfecto (cuando mantenía la política social contra la crisis y cuando hace lo opuesto, sin arrepentimiento en medio). Resulta imposible que cuele entre la ciudadanía, ya escaldada.

Como era previsible, los candidatos y los suyos van tomando posiciones; su pelea enturbiará las elecciones locales. Por último, inevitablemente el presidente caído (y sus cientos de asesores jugándose el puesto) condicionará todo el proceso interno, por salvar su imagen. A los candidatos no les quedará más remedio que alabarle todo el rato. Encima, el hecho sucesorio no tiene las reglas claras. Unas veces recurren a congresos, otras a primarias, otras a la cooptación o a la aclamación. Cosa bien diferente sería que la democracia interna fuese inamovible y no estuviera al albur.

En esos términos el hecho sucesorio tiene todos los ingredientes para que el PSOE se haga trizas por dentro, invalidándose como alternativa para una década. Los barones, gente astuta, sabrán que esta forma de suceder no es forma de suceder. Habrán pensado en dar un golpe de mano al futuro expresidente, pero nadie se atreverá a ponerle el cascabel al gato, convencidos de que en política quien desenfunda primero muere.

Además, en España la sucesión política es dificilísima. Hasta la fecha ninguna ha funcionado a la primera. El sucesor de Suárez se estrelló. El de Calvo Sotelo no digamos. Entre Fraga y Aznar hubo algún heredero fallido. De Felipe a Zapatero pasaron un par de sucesores, que el viento se llevó. El sucesor de Aznar va por dos legislaturas penando entre quienes lo quieren quitar y los que no quieren írsele. Sí ha llegado el sucesor de Pujol: tres elecciones después. El de Chaves lucha agónico por alcanzar las elecciones. La sucesión de Carrillo fue un rosario de la aurora permanente.

Aquí cuesta que los herederos hereden. Esto debería llevar a la cautela a los socialistas, al menos para que su travesía por el desierto les sea leve y breve. No todos van a tener la suerte de encontrarse frente a un Gobierno autista que facilite el retorno al poder.

Publicado en Ideal.

Por Manuel Montero

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abril 2011
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