¿Será verdad lo que dicen? Aseguran que Zapatero y Rajoy estuvieron jugueteando como niños. Que anunciaron que ZP no iba a ir al Congreso en la sesión en la que se prorrogaba el estado de alarma porque tenía que irse a Bruselas. Que suponían que Rajoy, confiado, marcharía a una reunión del PP que también se celebraba en Bruselas. El presidente podría ir por sorpresa a las Cortes dejándole fatal al jefe de la oposición, ya en Bélgica, demostrando que no se preocupa de las cosas de España. En ridículo: y los votos volarían de derecha a izquierda. Dicen también que le llegó a Rajoy un chivatazo de la jugada, por lo que no se fue a Bruselas. Y así que se encontraron ambos, ZP y meritorio, ambos de sorpresa en el Congreso, por lo que no hubo trasvase de cientos de miles de votos.
Confiemos en que este sainete sea una fábula. Sería terrible que presidente y alternativa se anduvieran con semejantes chiquilladas. Aunque cualquiera sabe. Cuando parece que tocamos fondo, seguimos yendo hacia abajo. Luego todo es posible.
Tampoco es osadía creer a los mentideros de la corte, que si difunden tal aparente patraña será porque la creen cierta o verosímil, por lo que de todos modos refleja cómo anda la cosa pública. Además, está lo de que cuando el río suena. ¿De verdad piensan los mandos de gobierno y oposición que el elector se conmueve cuando les ve en el Congreso? Estamos aviados, si creen que ante una cuestión tan seria como la prórroga de la alarma – seguramente resulta necesaria, pero también es seria – el ciudadano no tiene otra preocupación que su ida o no al Congreso, a buscar los votos en silencio.
Son jugarretas de Maquiavelos de salón y regate corto. Nos llevan a otra dimensión de la política, los nuevos tiempos. De seguir así se basará en el juego infantil y se llevará a cabo sin perder su crudeza. Caracteriza a la política española su repulsión al debate, sustituido por la trifulca. La lucha por el poder resulta descarnada, pero suele trufarse de dimes autoelogiosos y diretes denigratorios para el contrario. La falta de argumentos se sustituye por grandes palabras (democracia, igualdad, constitución, prosperidad, cohesión), con las que se identifica cada cual para denostar al de enfrente.
Ahora, además de jaculatorias bondadosas, el juego del escondite hace las veces del debate político. Salir en la foto debe de considerarse el máximo logro del buen político. Para demostrar que uno está donde no está el otro. Todo para enseñar buenos sentimientos y desidia ajena.
Extraña que los mandos y sus asesores piensen que al elector le conmueven estas tonterías, que la jugada de ir a solas a las Cortes o los dos allá juntos puede mover a la gente. Nos ven dispuestos a emocionarnos políticamente por niñerías. Tienen un pésimo concepto de nosotros. De los ciudadanos en general y de sus electores concretos en particular.
A lo mejor con razón, pues entre unos y otros hemos elegido a quienes se entretienen jugando a chiquillerías. O sea, que a lo mejor somos nosotros quienes movemos los hilos y ellos resultan nuestras marionetas, que no hacen sino lo que les dicen las encuestas que nos gusta: jugar al escondite.
Las semanas que vienen podrán jugar a la oca, a las canicas, a veo veo, al gato y el ratón o al yoyo. Seguro que lo hacen bien. Ya van entrenados.
Publicado en Ideal.