Hay una conspiración. Oscuros intereses manejan los hilos de la cosa pública de forma siniestra y malévola. Lo mezclan todo. Que nada parezca que es como es. Quieren ocultarnos la verdad.
El conspirador es básicamente Rubalcaba.
Menos mal que González Pons el del PP nos lo desvela; o al menos lo insinúa. “Qué casualidad que [Interior] decidiera que el día ideal para hacer una operación muy mediática como es la del dopaje fuera dos horas después de que Zapatero terminara de dar su breve explicación en el Congreso de los Diputados sobre todo lo que había ocurrido la semana pasada en España”. Eso ha dicho. Todo gravita sobre la expresión “Qué casualidad”. La carga de la prueba reside en la casualidad, que sugiere coincidencias, secretismos, intenciones perversas.
Con tan sólidas certezas este hombre deja caer que la operación Galgo la decidió “la cúpula del Ministerio del Interior” para tapar las explicaciones de Zapatero en las Cortes sobre los desastres últimos.
González Pons es una mente avezada. La semana anterior aseguraba que la culpa de la debacle del puente era de los controladores, pero insinuaba que detrás había una maldad del Gobierno. Ese viernes sacó el decreto con el que detonó el sabotaje de los controladores para tapar el final de las ayudas a parados. Qué causalidad. Este insigne político no aseguraba nada, pues una buena teoría conspirativa ha de insinuar, sugerir relaciones. Ya ataremos los demás. Así que comunicaba al mundo sus “sospechas de una “razón política” en la coincidencia de la aprobación del decreto que regula las condiciones de trabajo de los controladores y la eliminación de las ayudas a los trabajadores sin ingresos”.
“El Gobierno tiene que explicar por qué este viernes y no otro cualquier viernes”.
Qué nivel.
Insinúa que algo queda.
No extraña que la consternación se extienda entre la ciudadanía, heroica, que comienza a sospechar que tras la hecatombe actual llegarán al mando tan finos analistas, capaces de basar la política en tales argumentos. ¿Siempre se puede ir a peor? Quizás se confunda el PP en su estrategia, si el elector decide que, visto lo visto, más vale lo malo conocido.
La vida pública se desliza entre sospechas, insidias, insinuaciones, ausencia de pruebas, sobreabundancia de decires. Nada es lo que parece. A Marta Domínguez la detuvieron como persecución política, se ha llegado a decir. O que el sabotaje de los controladores fue fruto de una trama gubernamental. Y eso por quedarnos con lo más reciente.
Hay consenso en que el conspirador máximo es Rubalcaba. Los controladores aseguran ahora que han caído en “sus maquiavélicas maniobras”, que les tendió una trampa. Otros: los controladores entraron al trapo de “su maquiavélico plan”. ¿Fue “un plan maquiavélico y milimétricamente calculado por el maligno trío Zapatero, Rubalcaba y Blanco”, como se ha dicho? ¿Son los controladores unas angelicales criaturas, de natural inocente, sin más culpa que caer en la trampa del Maquiavélico?
Para mí que lo tienen idealizado. Rubalcaba no puede ser tan listo.
O sí: da la impresión de que conseguirá que el Gobierno aguante hasta 2012. Y, como es sabido, mayas, incas, hititas, egipcios, sumerios, el Código de la Biblia, Nostradamus y el Hermano Bernardo tienen dicho que ese año se acabará el mundo o casi.
Qué casualidad.