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Crisis sectaria

No se entiende el tratamiento sectario que nuestros políticos dan a la crisis económica. Tienden a responsabilizar a los otros del modelo de crecimiento que ha acabado en un desastre. Según los socialistas, es de diseño del PP y no sostenible. Para los populares el problema es que los socialistas lo gestionaron mal. Sin embargo, cuando se gestó y desenvolvió todos se mostraron encantados, sobre todo cuando estaban al mando y se atribuían el mérito. Los unos y los otros. Ni en el gobierno ni en la oposición advirtieron los riesgos ni aconsejaron enmiendas serias. La última legislatura de Aznar y la primera de Zapatero la dedicaron a la crispación, pero en los motivos de la bronca nunca se contó la gestión económica. Por sorprendente que parezca ahora. A la altura de 2003 el PP se jactaba de que la nueva economía española se basase en la construcción. El PSOE debió de coincidir, pues nada hizo por cambiarlo. Más bien se mostró orgulloso de encabezar la prosperidad a partir de 2004.

No sólo lo anterior. PP y PSOE gestionaron el crecimiento con parecida altanería. Se aprecia en incidentes manifiestamente evitables. Hacia 2003 Francia y Alemania incumplían el Pacto de Estabilidad – superaban en alguna décima el déficit del 3 % -. Aznar se metió en el berenjenal de compararlos con el equilibrio presupuestario español y sugirió una mecánica aplicación de sanciones. Schroeder, entonces canciller alemán, se indignó lo suyo, con el argumento bastante consistente de que el 1 % del PIB español provenía de las ayudas de Bruselas y que a éstas Alemania aportaba más del 25 %. Venía a decir que así era fácil cuadrar las cuentas y que menos fantasmadas.

El gusto por la desmesura verbal la heredó su sucesor. El 2007 lo dejaba claro Zapatero: “En esta Champions League de las economías mundiales, España es la que más partidos gana, la que más goles marca y la menos goleada”, a chulos no nos gana nadie. Septiembre 2008: “Ya hemos superado a Italia y pronto superaremos a Francia. Y eso no le gusta que lo diga a mi amigo Berlusconi y tampoco a mi amigo Sarkozy”. La afirmación les sentó fatal a los aludidos, que se revolvieron. La verdad, no era un comentario para caer bien ni despertar simpatías si luego te quedas atrás.

Así que tanto Aznar como Zapatero perdieron inmejorables oportunidades de callarse. Nos dejan una incógnita, a qué se debe la verborrea gratuita de nuestros mandos, qué necesidad tienen de sacar pecho a la menor, porqué nunca pecan de modestia.

Las sucesivas apologías sobre el pasado crecimiento confirman que entre los dos partidos gobernantes había acuerdo sustancial sobre la política económica. No se entiende por eso que en la hora de la debacle se lancen a los reproches mutuos. PP y PSOE dedican más tiempo a buscar en el ojo ajeno que a acordar una salida a la crisis. Y eso que entre todos la mataron y ella sola se murió.

Lo menos que cabría esperar es que dejaran de tirarse los trastos a la cabeza y asumieran sus responsabilidades comunes. Es cierto que el retraso del Gobierno en reconocer que venía el lobo fue incomprensible. También las ocurrencias populares de bajar impuestos justo ahora. Convendría que los políticos no se dedicasen a empeorar las cosas, pero de momento el núcleo del debate son las siguientes elecciones y no cómo salimos de ésta.

Publicado en Ideal

Por Manuel Montero

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febrero 2010
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