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Gracia Querejeta: “Discutía a gritos con mi padre, le echo mucho de menos”

La hija de Elías Querejeta, nueva vicepresidenta de la Academia de Cine, estrena ‘Felices 140’

‘Felices 140’ no es la película que uno espera de Gracia Querejeta (Madrid, 1962). “Quería explorar cómo el di nero pone a prueba la amistad”, justifica la directora, que reúne a una familia en una idílica casa rural convocados por una anfitriona (Maribel Verdú), que suelta la bomba: le han tocado 140 millones de euros en la lotería. Querejeta regresa a la familia como una institución muy poco acogedora y retrata a una generación de cuarentones insatisfecha, movida por la codicia y la mezquindad. “En el momento en que escribí el guion (con Antonio Mercero) estaba bastante cabreada con el mundo. Igual ahora lo estoy menos, no lo sé…”. Ese cabreo ha llevado a la hija del llorado Elías Querejeta a aceptar la vicepresidencia de la Academia del Cine. “Había que arrimar el hombro”.

  -“Felices 140” es deudora de una crisis que todavía no ha acabado.
-Quería hablar de gente corriente de cuarenta años, a los que las cosas les van mejor o peor. Ninguno tiene una necesidad acuciante.

  -Todos pensamos que con más dinero seremos más felices.
-Sí. Ansiamos la comodidad que te da el dinero de no preocuparte por sacarte las castañas del fuego. Ahora, ¿cuál es el precio que estamos dispuestos a pagar por ello?

  -Vuelve a su gran tema, la familia, según usted un sitio terrible.
-Sobre todo si hay dinero por medio. Parece mentira la cantidad de familias que se destruyen por las herencias. Yo, como soy hija única, no he sufrido esos problemas, pero los he vivido de cerca.

  -La esperanza la deposita en el chaval protagonista, el único íntegro de todos.
-Me gustaba la idea de que el más pequeño y el que menos control tiene sobre la situación es el que posee la mirada más limpia sobre el horror que está contemplando. Tengo un hijo de veinte años y creo que a esa edad todavía no tienen la cabeza tan contaminada.

  -¿Confía en las nuevas generaciones?
-Siempre. Si no, con mi chaval haciendo segundo de Políticas sería para tirarse de los pelos. De momento es muy difícil que mi hijo encuentre otra manera de vivir que no sea en la casa familiar. No sé si volverán los momentos de bienestar que hemos vivido, pero quiero pensar que la lógica y el sentido común prevalecerán. Las nuevas generaciones podrán estar en el mercado de trabajo de manera habitual y no como excepción.

  -¿Cree que saldremos mejores de esta crisis?
– Si salimos… Hará falta tiempo para superar este trauma que ha destruido tejido empresarial en mi sector y ha dejado unos sueldos muy pequeños. Será necesario mucho tiempo para poder quitarnos de encima esta sensación de precariedad constante y de no saber hacia dónde tiras. Hace veinticinco años yo quería hacer una película y podía. No una película de la hostia, pero tenía varias maneras de financiarla. Ahora no sé cuándo volveré a hacer la siguiente.

  -¿Antes vivían en el cine español por encima de sus posibilidades? ¿Había alegría a la hora de subvencionar?
-Nunca he tenido esa sensación. Yo he vivido de mi trabajo desde hace muchos años, no tengo casas de campo ni jet privado. He hecho una vida muy normal, sin grandes lujos, pero sin grandes angustias. Sin el temor actual de no saber si podrás seguir trabajando en tu oficio.

  -Pensaba que cada dos años iba a poder rodar un largometraje.
-O cada tres. Y haciendo por medio documentales, series… De hecho me siento muy afortunada de haberme podido reenganchar a la tele.

  -¿Ha visto dramas a su alrededor?
-Sí. Trasiego de préstamos entre compañeros. Hay gente que lo ha pasado francamente mal.

  -Mario Camus dice que ya no tiene ganas de buscar financiación para un filme, porque ese proceso es más complicado que rodarlo. “Éramos como pordioseros y lo seguimos siendo”, se queja.
-Antes éramos menos pordioseros. Mario Camus, Víctor Erice y directores de generaciones anteriores no pueden dirigir. Hacer una película hoy es un lujo. Y eso no tiene ningún sentido desde el punto de vista industrial ni cultural.

  -La semana que viene empieza el Festival de Cine Español de Málaga, lleno de películas “low cost”.
-Hace dos años ya ocurrió, cuando ganamos con “15 años y un día”. Fue el año de “La herida”, “Stockholm”… Esa tendencia de cine con muy poco presupuesto ya está instaurada desde hace tiempo. “Felices 140” es uno de mis proyectos más pequeños, solo tuvimos seis semanas de rodaje.

  -¿Se ve haciendo “crowdfunding”? ¿Recolectando dinero por internet?
-No. Quizá para otro tipo de experimentos, pero para una película no. Me veo un poco mayor. Concibo la producción de otra manera, dentro de un tejido industrial donde cobre todo el mundo. Lo que no quiere decir que no confíe en que el audiovisual se vaya a ver en internet. Netflix vende al mundo entero sus series porque son muy buenas. Esa es la tele que a mí me gustaría ver y que pasa por la compra de productos que sabes que te van a gustar.

  -¿Por qué ha dedicado “Felices 140” a su madre?
-Porque se la debía. Ya le dediqué la anterior a mi padre. Pobrecilla, vaya una película que le ha caído…

  -Es su primera película sin su padre vivo. ¿Cómo se ha sentido?
-Rara. Me acuerdo un día estando con Maribel en el set, que me pilló mirando el mar… Es que echo mucho de menos a mi padre, le dije. Siempre ha sido un referente. No sé qué hubiera pensado de esta película, creo que le hubiera molado. Me hubiera dicho que es demasiado brutal.

  -No va a volver a haber productores como Elías Querejeta.
-No sé si por el talento, ahí no me meto, que me pilla demasiado cerca. Pero es que no existen las condiciones en las que Elías hizo su mejor cine. Tuvo otras dificultades: de orden político, con la censura… Antes de morirse, mi padre decía que ni en su peor pesadilla hubiera imaginado que las cosas iban a ser así. Y falleció en 2013. Si se lo cuentan años atrás no se lo hubiera creído. Vio morir el tipo de producción que le permitió ser uno de los productores más importantes de Europa.

  -¿Sabe que su padre imponía mucho en las entrevistas? ¿Era fácil trabajar con él?
-Mucho. Era extraordinariamente listo y muy generoso. Entendía que el director era el que llevaba las riendas de la película. No trabajaba por imposición, sino por conversación. Discutíamos mucho a gritos, porque la confianza es un asco, pero era profundamente respetuoso con mi trabajo de directora. Nunca tuve miedo a la comparación de autorías, a que me dijeran “esto es así porque está Elías detrás”. Imagínate al comienzo de mi carrera… No hay que tener miedo a reconocer coautorías del guion, lo que es de tontos es rodearte de tontos. Sí, discutí mucho con él, pero siempre desde el respeto profesional.

  -¿Estaba orgulloso de que su hija fuera directora?
-Cuando terminé Historia le hubiera gustado que trabajara con él en la productora, tenía esa fantasía. Y le dije que donde hay patrón no manda marinero. No tenía sitio a su derecha ni a su izquierda, tenía que buscar mi propia parcela. Y qué mejor manera que ser directora. Elías podía llevarse el gato al agua porque era listo, si no le interesaba la película la dejaba en un cajón. No se andaba con chiquitas.

  -¿Cómo le han logrado convencer para ser vicepresidenta de la Academia?
-Eso digo yo… Fui académica bastante tarde. Y hace años ya me llamaron. Confieso que me daba pereza, pero teniendo en cuenta cuál es la situación actual, hay que arrimar el hombro. Hay cosas que se pueden hacer desde la Academia. Somos un órgano políticamente independiente con 1.200 socios. No me puedo negar por vagancia ni porque tenga cosas mejor que hacer.

  -Sabe que el vicepresidente es el que más trabaja, ¿no?
-Ja, ja. Tengo la esperanza de que el presidente curre también. Antonio (Resines) está demostrando que es un presidente con un poder mediático muy interesante. Va a trabajar muy seriamente.

  -Primera reunión con Wert. ¿Cuál sería su prioridad número uno?
-La bajada del IVA cultural. Y más después de haberle escuchado a Rajoy decir que dependerá de la recaudación del cine español. ¿Perdón? Si gravas las entradas con un 21% no es fácil hacer taquilla, porque la gente no tiene dinero para ir al cine todas las semanas. Rajoy sostiene que hay productos culturales al 4%, como los libros. Ya. Y el porno. Es una tomadura de pelo. En las próximas elecciones, gane quien gane, pediría que demostrara una clara voluntad política de arreglar este sector desde distintos ministerios.

  -¿Tiene esperanza en los nuevos partidos?
-En algunos. Tengo esperanza en que de todo este letargo bestial que hemos vivido surja algo potente y con auténtica voluntad política de cambiar las cosas. Ya no nos vale que en período preelectoral se les dé la cartilla sanitaria a los emigrantes. La historia de la humanidad siempre ha funcionado de la misma manera: cuando la presión es insostenible surgen nuevas cosas. No se van a cortar cabezas, como en la Revolución francesa, pero algo saldrá de la desazón.

El bucólico fin de semana de una jauría de desalmados

“Felices 140” transcurre como tantas reuniones en la estela de “Reencuentro” y “Los amigos de Peter” durante un fin de semana que servirá de catarsis. Maribel Verdú, la soltera de la familia, cita a los suyos en una bucólica casa rural de Tenerife para celebrar que le han tocado 140 kilos en el Euromillón. Lo que parecía una comedia romántica se agría cuando el dinero descubre lo peor de cada personaje. Pero eso no es todo. El espectador no espera el brutal giro de guion que viene después. Sorprende que la directora de “Héctor” y “15 años y un día” se sumerga en las procelosas aguas de la comedia negrísima.

El séptimo largometraje de Gracia Querejeta cuenta con un reparto eminente -Antonio de la Torre, Marian Álvarez, Nora Navas…- en el que vuelve a brillar Eduard Fernández, el más humano de una jauría de desalmados en la que es fácil reconocerse. “Felices 140” no se atreve a jugar a fondo la carta del desmelene macabro y contiene una sonrojante escena musical, pero al menos conecta con un estado de ánimo en un país marcado por la crisis y la presencia del dinero en todas las conversaciones. Cruel paradoja de cara a la taquilla: desvelar los derroteros de su trama supone cargarse una película que, en apariencia, parece más “viejuna” de lo que es. Porque ya ni siquiera Maribel Verdú lleva espectadores a las salas.

Por Oskar Belategui

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