El dirigente de Sortu interviene en un filme que compite en el Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián
El fin de la violencia de ETA ha disparado el número de proyectos cinematográficos que abordan la historia reciente de Euskadi. Luis Marías rueda estos días “Fuego”, un “thriller” sobre las consecuencias de la violencia protagonizado por un policía víctima de un atentado que busca venganza. Pablo Malo acaba de dar el último golpe de claqueta a “Lasa y Zabala”, recreación del asesinato de los dos miembros de ETA a manos del GAL. Borja Cobeaga, guionista del taquillazo de la temporada, “8 apellidos vascos”, filmará en pocas semanas “Negociador”, una comedia inspirada en las conversaciones de Jesús Eguiguren con la banda terrorista.
Ya fuera de la ficción, Iñaki Arteta ultima “1980”, sobre el año de más actividad terrorista de ETA. El actor Aitor Merino puso patas arriba el pasado Festival de San Sebastián con “Asier eta biok”, donde intentaba explicar desde una mirada cándida y sirviéndose del humor su amistad con un miembro de ETA. Estrenado el pasado 17 de enero y sin apenas distribución, “Asier eta biok” ha superado ya los 25.000 espectadores y se presentará en el BAFICI de Buenos Aires, el festival más reputado del Cono Sur. Otro documental con una estructura muy parecida al de Merino pero desde una óptica bien distinta competirá el próximo 7 de abril en el Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián y se estrenará en salas ese mismo mes. Su título, “Echevarriatik Etxeberriara” (De Echevarría a Etxeberria).
“Oiartzun: Crónicas de un pueblo que ha convivido con la violencia” es el subtítulo de un filme que toma su nombre de dos de sus protagonistas. Al primero solo se le menciona. Es Antonio Echevarría, alcalde de la localidad guipuzcoana asesinado en 1975 a los 33 años. Era el regidor más joven de la provincia y su muerte, la primera en atentado terrorista tras el fallecimiento de Franco, inició una escalada de asesinatos contra cargos municipales y forales, a los que ETA exhortaba a dimitir de su puesto. Víctor Legorburu, alcalde de Galdakao, caía apenas tres meses más tarde.
El segundo apellido del título corresponde a una de las voces que intervienen en la cinta, «todas pertenecientes a la izquierda abertzale en sus diferentes expresiones», como remarca su autor. El dirigente de Sortu Rufi Etxeberria reflexiona sobre «las violencias de distinto signo y sus víctimas» junto a otros naturales o vecinos de Oiartzun (solo dos de los entrevistados no son de allí, el antropólogo Joseba Zulaika y el historiador Ludger Mess). El director, Ander Iriarte, ha querido así concentrar en su pueblo el discurso de un documental con vocación didáctica, que pretende «analizar el vínculo entre la violencia y la izquierda nacionalista».
Iriarte hace ocho años que abandonó Oiartzun para estudiar cine en la ESCAC, la prestigiosa escuela de cine catalana -productora asimismo del documental- de donde han salido Juan Antonio Bayona, director de “Lo imposible”, o Mar Coll. «Dejé atrás este pueblo tan querido pero que me asfixiaba», cuenta el cineasta en pantalla mientras pasea por las bucólicas Peñas de Aya, rememorando «las contradicciones» que le provocó la revelación de su padre de que había militado en ETA. «Yo no sabía que había distintas formas de militancia», reconoce el realizador. «No podía entender “el conflicto” después de haber tenido una infancia y adolescencia tan felices»… Suena la txalaparta de Oreka TX.
Las imágenes de las fiestas patronales bastan para constatar que Oiartzun es «sin duda, un pueblo abertzale», como presume la alcaldesa, Aiora Pérez de San Román. El anagrama de ETA y los carteles de “Euskal presoak Euskal herrira” presiden la verbena, hasta que, a la una de la mañana, todos corren katxi en mano a ver un documental sobre los presos. Se canta el “Eusko gudariak” y se lanzan goras a ETA. «Aquí hay calidad de vida», alaba Iriarte, que muestra el spa del polideportivo y los flamantes estudios de cine Zinealdea (que nunca han echado a andar). En esa sociedad del bienestar, se pregunta, ¿cómo han sobrevivido personas dispuestas a coger las armas «para dar la vida por la causa»?
«En este pueblo, en los últimos doscientos años no ha habido ninguna generación que no haya conocido expresión violenta de algún tipo por el conflicto, el sometimiento o la negación», le responde Rufi Etxeberria. La cinta traza desde entonces una historia de ETA desde sus orígenes hasta el anuncio del cese de su actividad terrorista el 20 de octubre de 2011. Un discurso monótono y monocorde, en el que no existen las víctimas y donde el discurso salta de las guerras carlistas a Lemoiz, del juez Garzón a la dispersión, de las torturas policiales al cierre de “Egin” y “Egunkaria”.
Ander Iriarte cuenta que pretende hacerles ver a sus amigos catalanes que izquierda nacionalista no es sinónimo de ETA. «Los abertzales nunca hemos sabido qué es estar entre los vencedores pese a nuestro arrojo y pasión por la lucha», anuncia la voz en off. A diferencia de Aitor Merino en “Asier eta biok”, Iriarte no duda en sus creencias ni vacila en sus simpatías. Si Merino se sentía un extraño en el homenaje a su amigo etarra cuando regresa a su pueblo, el de Oiartzun opta por pixelar los rostros en las mismas imágenes.
Su primer documental quiere rendir testimonio «del sufrimiento de nuestra existencia diaria». Todas las inter venciones remachan su tesis -«ETA cumplió su función», se llega a oír-. Y cuando no puede encontrar a un joven de Oiartzun que hable de la violencia ante la cámara, Rufi Etxeberria le explica por qué. Hay un déficit democrático y «miedo a la represión». La prueba, él mismo y otros doscientos militantes abertzales «esperando a ser juzgados solamente por nuestra militancia política».
Los apuntes más interesantes de “Echevarriatik Etxeberriara” se cuelan en sus imágenes de modo involuntario. Como la obra de teatro para niños que alecciona sobre la situación de los presos, donde se canta «los hombres de azul nos gritan, intentan que nos hierva la sangre». O la singularidad macabra de este país, que lleva al director a descubrir que Antonio Echevarría fue asesinado, oh sorpresa, en la casa vecina a la suya. Pero, ¿para qué ir a llamar a la puerta?
Al menos, Iriarte parece ser consciente en el último tramo de los noventa minutos del filme que toca moderar el sesgo. Y surge la voz pausada de José María Mitxelena, concejal de Eusko Alkartasuna, que dimitió en 1996 por las amenazas del entorno de Herri Batasuna. Relata que le dejaron un gato negro muerto en su puerta, la misma advertencia que recibieron todos los asesinados por ETA en el pueblo. En la plaza de Oiartzun luce una placa en memoria de Esteban Muruetagoiena, fallecido a causa de presuntas torturas de la Guardia Civil. Iriarte pregunta a la alcaldesa si no habría que recordar también a Antonio Echevarría. «Para avanzar en la resolución del conflicto hay que reconocer a todas las víctimas», responde en un eterno bucle infinito.
– Su director, Ander Iriarte, se marchó hace ocho años de Oiar tzun para estudiar cine en la prestigiosa ESCAC de Barcelona.
– Todas las voces del filme son naturales o vecinos de Oiartzun y de la izquierda abertzale.
– Página web: www.echevarriatiketxeberriara.com