CARLOS SAURA
DIRECTOR DE CINE
El Mikeldi de Honor de Zinebi recompensa a un autor esencial del cine español, que también sufre dificultades para financiar sus películas.
En 1959 Carlos Saura apareció en Bilbao con un mono de motorista y un documental sobre Cuenca bajo el brazo. Por poco no le dejan entrar en la primera edición de Zinebi. Más de 40 películas y siete hijos después, el director aragonés recibió ayer el Mikeldi de Honor y acabó firmando autógrafos a un policía municipal. Armado con su inseparable Leica, fotografió las calles del Casco Viejo con la misma ilusión que a los siete años, cuando robó la cámara a su padre para retratar a una niña de la que se enamoró. «Le hice la foto a escondidas, se la mandé con un corazón dibujado y no me contestó. Ahí entendí que lo de las mujeres era complicado».
El autor de títulos fundamentales del cine español, que cumplirá 81 años en enero, viene mucho últimamente al País Vasco. Prepara “33 días”, la crónica del proceso de creación del “Guernica” con Antonio Banderas en la piel de Picasso y Gwyneth Paltrow como su amante, Dora Maar. El rodaje se iba a iniciar en enero en Bilbao y la villa foral, pero dificultades de financiación ha hecho que se aplace «al menos hasta primavera». Saura jura que se va a rodar.
– Le asombra que Picasso no bebiera. ¿Por qué?
– Había una idea generalizada de que sus cuadros eran producto del alcohol. Al estudiar su vida me sorprendió que no probara una gota; al parecer tenía una úlcera. Bebía mucha agua, eso sí.
– Donde Picasso no era austero es en el sexo.
– Ahí era hiperactivo. En la época del “Guernica” estaba con tres mujeres. Quería divorciarse de Olga Koklova y quitársela de encima. Después estaba Marie- Thérèse Walter, una burguesita francesa muy guapa de la que se enamoró cuando ella tenía 17 años, madre de su hija Maya. Y su gran amor, Dora Maar.
– ¿Usted se imagina con tres mujeres a la vez?
– Con tres no, pero con dos me veo facilísimamente, no tengo que hacer ningún esfuerzo. Tengo siete hijos de varias mujeres. Me parece natural que el ser humano experimente conflictos sentimentales, que son muy dolorosos. Yo siempre he vivido con una mujer muchos años, pero llega un momento en que la evolución de los dos es diferente y hay que aceptarlo. Si tienes la suerte de que la evolución es la misma, puedes estar con alguien toda la vida, con o sin matrimoniar. Pero si tú tienes otras apetencias la vida se impone. De hecho es muy difícil que los matrimonios duren, ves jóvenes muy enamorados que a los cuatro años se detestan.
– La monogamia es una imposición judeo-cristiana.
– Tenía su sentido en un momento determinado. Había que tener hijos y llevar una vida ordenada y metódica. El invento de la familia me parece fascinante y terrible a la vez. Es la base de todas las corruptelas. A través de las familias se organizan las naciones y las fronteras. La española la conozco bien, la he mostrado en mi cine. Maravillosa y represiva.
– ¿Le parecen más sanos los países anglosajones, con tanta gente viviendo sola?
– Ellos son más desprendidos. Recuerdo cuando estaba con Chaplin (Geraldine, su pareja durante más de una década), que a los 17 años les daba una patada a los niños y adiós muy buenas. «No vuelvas por aquí, que no hay una habitación para ti». Y les pasaba un dinero mínimo para vivir. Es la cultura anglosajona. En España en cambio ha habido una protección familiar excesiva. Mi madre siempre conservó mi habitación. Me decía, hijo mío, no te preocupes, si te va mal con tu mujer te vienes aquí.
– Rodó “La caza” en 1965 con cuatro actores, en cuatro semanas y con dos millones de pesetas. Los directores no lo tenían tan fácil.
– Un ejemplo para la gente que hoy empieza. Era una película muy arriesgada en aquel momento, heroica. En las productoras me preguntaban a quién iba a interesar la historia de cuatro señores que van a cazar conejos. Es la única película que yo he producido. Le pedí un millón de pesetas a mi padre. Me dijo que era mi herencia. Elías Querejeta puso el otro millón. Como la película dio dinero le devolví el dinero a mi padre con intereses.
– ¿Ha tenido malas experiencias con alguna estrella?
– Nunca con lo que tú llamas estrellas, con buenos actores. Una vez sufrí a un secundario que no se sabía el diálogo y era incapaz de decir cuatro palabras. Lo mejor es dejarles tranquilos, no darles la tabarra. Recuerdo que en “Elisa, vida mía” Fernando Rey estaba nerviosísimo el primer día de rodaje, le temblaba la taza de café. Con su experiencia. Traté de tranquilizarle y desde el tercer día fue una maravilla. Son gente muy frágil. Y cuanto más frágiles e inseguros, mejores actores.
– ¿Quién ha sido su mejor amigo en el cine?
– He tenido muchos. Elías Querejeta ha sido un cómplice estupendo, fuimos muy amigos. Emiliano Piedra, Andrés Vicente Gómez… Mis productores se han portado muy bien conmigo. Luis Buñuel era más como un tío mío. En cambio he tenido poca amistad con los actores. Me gusta cuando trabajan, después no tanto.
– En su cine ha hablado de Goya, Buñuel, Lorca, Picasso… ¿Un país con ese poderío cultural se merece estar así ahora?
– España es un país de contrastes brutales. De individualidades extrañas y edades de oro. Y a los artistas siempre se les reconoce mucho más tarde. No como Francia, que mima y protege a sus autores. En este país nadie ayuda a nadie. Los artistas se defienden como pueden. Siempre ha sido así, Quevedo ya vivía miserablemente.
– En Francia seguro que usted no tendría tantos problemas para rodar.
– Si la producción hubiese sido francesa la película ya estaría hecha.
– ¿Hizo huelga el pasado miércoles?
– Sí. Una huelga mental. No salí de casa en todo el día, me aterran las concentraciones masivas. Comparto los motivos para la huelga aunque es complicado ver la solución. Antes estaba claro: que se acabara el franquismo. Ahora vivimos un momento en que no dependemos de nosotros mismos. La idea de Europa es preciosa pero no se ha llegado a fraguar de verdad, cada país tira por su lado. Alemania con su industria y su capacidad de trabajo, y el sur de España con gente que tiene otro concepto de la vida. Norte y Sur, siempre estamos igual.
– Lo raro es que no se asalten los supermercados a diario.
– Si las cosas continúan así, si cada vez hay más miseria y llegamos a hambrunas, me da miedo una posible guerra civil en un futuro no tan lejano. Voy a decir una barbaridad. La gente se suicida porque no tiene un piso, pero es que antes todos vivían de alquiler y casi se morían de hambre. No hay que tirarse por la ventana porque te desahucien, sino tirar para adelante y mirar qué se puede hacer.
– Con lo tranquilo que estaría en su casa de la sierra madrileña, rodeado de sus cámaras de fotos…
– En mi casa siempre estoy haciendo algo. Me gusta mucho viajar por el mundo. El año pasado estuve en Corea, China, Canadá, México… Agarré una neumonía en el avión y estuve jodido. Quizá tenga que bajar el pistón.