‘Cinco metros cuadrados’, la gran triunfadora del pasado Festival de Málaga, fue vista por apenas 64.000 espectadores, según se recoge en la base de datos del Ministerio de Cultura. ¿Aprovechó el tirón del certamen andaluz? Parece que no, si advertimos que se estrenó el 11 de noviembre, casi ocho meses después de vencer en el único festival especializado en cine español que se celebra en nuestra país. Tampoco hay que echarse las manos a la cabeza. Algunas Conchas de Oro de San Sebastián ni siquiera han logrado llegar a las pantallas, y si lo han hecho ha sido con muy poquitas copias y sin que el logo del premio sirva de reclamo.

El próximo sábado arranca la decimoquinta edición del Festival de Málaga con ‘The Pelayos’. En estos tiempos de austeridad y recortes casi parece una provocación extender una alfombra roja. Su presupuesto desciende de 1,9 a 1,6 millones. No habrá fiestas de inauguración y clausura, ni tampoco publicaciones. Hace ya quince años que ‘La primera noche de mi vida’, de Miguel Albaladejo, se hizo con la Biznaga de Oro en la primera edición. Si repasamos los palmarés históricos nos salen un puñado de estupendas películas: ‘El otro lado de la cama’, ‘Torremolinos 73’, ‘Tapas’, ‘Bajo las estrellas’, ‘3 días’, ‘La vergüenza’…

Es imposible ajustar una sección oficial de trece o catorce títulos con buenas películas españolas. No salen las cuentas, del mismo modo que tampoco saldrían con películas francesas o estadounidenses. La cosecha anual es la que es. Y parece que ya no recordamos las primeras ediciones, cuando muchas de las cintas de la sección a concurso ni siquiera tenían distribución. O cuando ningún cineasta consagrado quería concursar. Hoy en Málaga hasta se presentan adelantos de rodajes y primeras imágenes de filmes que llegarán a las pantallas en los próximos meses. Algo así como la ilusión de una industria que afronta unos tiempos adversos.

Málaga también ha descubierto que el cine más vivo, radical y comprometido que se hace en este país tiene muchas veces la forma de documental. Sin ir más lejos, el año pasado descubrimos esa conmovedora maravilla llamada ‘María y yo’. Tras quince años yendo a Málaga, siguen gustándome las irónicas presentaciones de Fernando Méndez-Leite, el trajín de adolescentes histéricas en el hotel Málaga Palacio, las exposiciones en la calle Larios, el olor a azahar al salir del cine…

Qué oportunidad se presenta para, a semejanza del estupendo congreso sobre la crítica celebrado hace un par de años, reunir a todas las partes y sacar conclusiones sobre la deriva del cine español, rememorando aquellas históricas Conversaciones de Salamanca celebradas en 1955. ¿Quién se apunta a unas ‘Conversaciones de Málaga’?