Hace unos días dedicaba un post en este Gabinete al ‘Diccionario Infernal’ de Collin de Plancy. Hoy llega el segundo. Que no será el último, porque este libro me tiene sorbido el seso. ¡La cantidad de cosas que se aprenden leyéndolo! Todas inútiles a menos que el lector forme parte de un grupo noruego de Black Metal, de estos que graban videoclips en paños menores, en la nieve y a 30º bajo cero. Porque no creo que sea de mucho provecho saber que los ‘Condes del Infierno’ son “demonios de orden superior en la jerarquía infernal, y que mandan numerosas legiones“. Estos demonios son evocados “a todas horas del día, con tal que sea en un lugar salvaje, que los hombres no acostumbren frecuentar“. Y cuidado, que ya advierte nuestro autor que jugar con estas cosas no es bueno. Tomen nota: “Condenación eterna: Sentencia que condena a los pecadoresa pasar la eternidad en los infiernos con los demonios. Los brujos tiemblan al oír estas palabras”.
Una de las entradas que más me ha llamado la atención, y que puede resultar muy interesante para los cada vez más numerosos aficionados al vampirismo, es la de “Chupador de sangre: Especie de mochuelos que Torquemada dijo ser una ave nocturna muy ruidosa, que procura introducirse donde hay algún niño, le chupa la sangre y se la bebe. Los demonógrafos han dado el mismo nombre a los brujos, porque semejantes a aquel pájaro, chupan la sangre a cuantos pueden, principalmente a los niños. Esta es sin duda la misma idea que se ha formado de los vampiros. Los brujos que chupan la sangre tienen también alguna analogía con los golos de los árabes“. Es una referencia a los vampiros en España anterior a Feijoo.
Este Torquemada no es el inquisidor. Se trata de Antonio de Torquemada, un escritor leonés del Renacimiento al que Cervantes cita y critica por su credulidad en el capítulo VI de la primera parte del Quijote. Como no podría ser menos, Collin de Plancy dedica un par de líneas muy sugerentes al personaje. “Torquemada (Antonio de): Autor español del ‘Hexameron’, obra llena de cosas prodigiosas y aventuras de espectros y fantasmas“. No es gran cosa, así que si quieren enterarse un poco, en este caso pueden acudir a la Wikipedia para descubrir que don Antonio fue algo más que un chiflado. Eso sí, debió de acabar bastante tocado. En ‘De un autor censurado en el Quijote’, Alfredo Reyes escribió: “Discreto, mesurado y apacible en su juventud, según puede verse por los ‘Coloquios’, se fue torciendo y amanerando con los años; si no en el decir, al menos en el pensar. A través de los ‘disparates’ y ‘arrogancias’ del ‘Olivante’, llegó a la extravagancia, rayana en la locura, del ‘Jardín de flores’“.
Esto de ser torcido y amanerado en el pensar, que para Cervantes es algo malo, para Collin de Plancy es estupendo. Y ese ‘Jardín de flores’ debe de ser la obra cumbre de la literatura forteana antes de Charles Fort, pero desafortunadamente Collin de Placy descuidó reseñarlo en su compendio diabólico. Qué pena.