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Julio Arrieta

Gabinete secreto

La pluralidad de los mundos

He recibido la edición de Siruela de ‘Las sombras de las ideas’ (‘De umbris idearum’), de Giordano Bruno (1548-1600). Se trata de un oscuro –en todos los sentidos- tratado de hermetismo mnemotécnico. Al ser un libro de Bruno, al (h)ojearlo se me ha ido el santo a la pluralidad de los mundos habitados en un espacio infinito. Hace poco me encontré con un eco de esa teoría en un sitio bastante insospechado: ‘La filosofía natural restituida’ o ‘Enchiridion Physicae Restitutae’ (1623), de Jean D’Espagnet, magistrado presidente del parlamento de Burdeos que pasó a la historia por ser el instructor, asistido por el temible y desnortado Pierre De Lancre, de la caza de brujas que asoló el País Vasco francés en 1609. Parece que cuando D’Espagnet se quitaba la toga se ponía el gorro de alquimista, por lo menos como teórico. Su ‘Enchiridion’ es un tratado hermético en toda regla, una amalgama de ciencia barroca y pensamiento mágico. La pluralidad de los mundos es comentada como de pasada, como si fuera cosa dada por supuesta, al final de la obra. En una línea similar a la de Kepler, D’Espagnet se lanza a la exobiología optimista: “Y tal vez, la Luna tenga sus habitantes, pues no es probable que masas tan grandes de globos sean vacías y estériles, que ninguna criatura las habite y que sus movimientos, sus acciones y sus trabajos concurran, únicamente para comodidad de este globo inferior. (…) ¿No armoniza más con la bondad y la gloria divina que toda la fábrica del universo fuera embellecida, como un imperio, con innumerables mundos de naturalezas variadas como otras tantas provincias y ciudades? ¿Y que todos esos mundos fueran las moradas de diversos e innumerables géneros de habitantes, habiendo sido todas estas cosas creadas para mayor gloria de su eterno creador?”. Como el horno no estaba para bollos pero sí para achicharrar herejes y filósofos imaginativos, el magistrado añade más adelante, “pues bien, aparentemente esta opinión de la pluralidad de los mundos no repugna a la doctrina de las Sagradas Escrituras”. Se ve que los jueces que condenaron a Bruno no se percataron de ello.


febrero 2009
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