Uno va oyendo músicas que le gustan más y músicas que le gustan menos, pero solo muy de vez en cuando aparece la obsesión, la resistencia irracional a abandonar un disco y pasar a otras cosas. Digo irracional porque esa fiebre arrebatada y exclusiva resulta a menudo más difícil de argumentar que lo que podríamos llamar aprecio crítico, hasta el punto de que a veces uno mismo se queda sorprendido. El blog me permite rastrear algunas de esas repentinas obsesiones mías, porque normalmente me llevan a colgar como canción de la semana o incluso a colar como mejor disco del año anterior algo que he descubierto demasiado tarde: me ocurrió, por ejemplo, con los catalanes Comando Suzie (y esa devoción se mantiene siete años después) y me pasó también con nuestros protagonistas de hoy, la extravagante brigada argentina que responde por Los Rusos Hijos de Puta. El año pasado escuché hasta la extenuación su álbum La rabia que sentimos es el amor que nos quitan, que en realidad ya tenía un tiempecito, y desde aquel deslumbramiento estoy esperando que la locuela Luludot Viento y compañía saquen material nuevo.
Pues bien, aquí está el nuevo disco de estos desinhibidos activistas del sexo, el despelote y la química. Se llama Nos vamos a morir de hacer estrategias de amor (sí, les gustan el amor y los títulos largos y crípticos, qué pasa) y mantiene la línea del anterior, ese indie de corazón punk o punk con pelaje indie que puede abarcar desde las atmósferas oscurísimas hasta cumbia bailable. Y siempre con una lírica rara, sugerente, a veces provocadora y a veces poética. Solo llevo cuatro reproducciones del disco (el otro alcanzó las diez en un solo bucle), así que todavía no tengo claras mis favoritas, pero voy a colarles como aperitivo esta misteriosa Capilla del monte, una de las que canta el ruso Julián y no la rusa Luludot.