El miércoles me tocó irme a París para cubrir el arranque de la gira de la All Starr Band, ya saben, ese grupo de colegas que Ringo se montó a finales de los 80 para seguir tocando por el mundo. El planteamiento de sus conciertos es bastante inusual, porque los temas que canta Ringo (de los Beatles -pero solo de los que ya cantaba él en su momento- y de su carrera en solitario) se van barajando con los grandes clásicos de los grupos a los que perteneció el resto de la banda (y en los que Ringo se limita a tocar una de las dos baterías). En la encarnación actual, eso supone dos o tres canciones de Santana, de Toto, de 10cc y de Men At Work. Ayer salió en el peri una crónica completada a toda mecha tras el concierto, pero no me resisto a aprovechar por aquí unas cuantas notas que no pude reflejar como quería. Ya saben que Ringo y sus colegas estarán el 1 de julio en el Euskalduna.
-Ringo anda ya por los 77 años, pero su cara parece tener 15 años menos y su cuerpo aparenta… 15 años, así a secas. El tío no tiene pinta de señor mayor al que han alargado artificialmente, como los Stones, sino que conserva auténticas hechuras de adolescente. Y se mueve con pasmosa ligereza: con otros colegas de su edad, uno tendría miedo de que se la pegasen al subir las escaleras hacia el podio de la batería, pero Ringo está tan estupendo que anima a hacerse vegetariano. O, más bien, si somos fieles a su biografía, a hacerse vegetariano, inflarse a alcohol y drogas durante un par de décadas y desintoxicarse.
-Ya sabemos todos que Ringo es un hombre simpático, por mucho que esa simpatía esté condicionada por las décadas que lleva ejerciendo de mito y haciendo lo que le viene en gana. De todas formas, lo que sorprende al verlo con su banda es su generosidad: cuando se sienta tras la batería para acompañar las canciones de los demás, no hace nada que pueda robarles una micra de protagonismo. Por supuesto, su batería está en el centro y en lo alto, que para algo hablamos de un caballero beatle, pero el tipo se concentra en tocar. El otro batería, el hiperexpresivo Gregg Bissonette, es el que hace las monerías.
-¿Y no es una verbena? Por supuesto que sí. Yo era quizá el periodista menos indicado para cubrir este concierto, porque profeso un odio visceral (irracional, injustificado, ya lo sé) a la música de Santana. Y Toto está muy lejos de ser mi grupo favorito, a menos que toquen la banda sonora de Dune. Pero para su público, gente enganchada a aquellos sonidos de los 70, resulta fascinante ver a Gregg Rolie interpretando Black Magic Woman o a Steve Lukather en Hold The Line. Anoche lo comentaba con un colega goticón: imagínate si se juntasen músicos relevantes de los Cure, los Banshees, Killing Joke y PIL para tocar juntos los temas más conocidos de cada banda. Pues bueno, apliquen la fórmula a su estilo favorito y a lo mejor les entran ganas de verbena.
-Me dio rabia que, al contrario que otras veces, no tocasen el What Goes On de los Beatles (la canción firmada por Lennon-McCartney-Starkey, que es el apellido real de Starr), porque era mi favorita del repertorio ringuero. Para la gente, yo creo que las cumbres de la noche fueron, cómo no, Yellow Submarine y With a Little Help From My Friends, que contó con coros de Joan Baez. Pero yo me quedo con el I’m Not in Love de 10cc, a cargo del mismísimo Graham Gouldman y con Ringo fuera del escenario. Daba por hecho que no conseguirían reproducir la magia gaseosa del original, pero anduvieron muy cerca, con Lukather y el multiinstrumentista Warren Ham bordando esos coros que parecen salir de otro mundo. Hala, corto el rollo y vamos a escuchar la original.