Lo de Lana del Rey y su presunto plagio de Radiohead me tiene un poco estupefacto. En primer lugar, porque me parece prácticamente imposible que uno escuche Get Free sin pensar en Creep, y claro, también me parece prácticamente imposible que alguien que se dedica a la música no conozca Creep. Si tenemos en cuenta que en la producción de una canción, y más de una canción de este tipo, participa un montón de personas además de la intérprete más o menos solipsista, la imposibilidad se vuelve ya definitiva: no puede ser que nadie se diese cuenta de que, caramba, tanto la progresión de acordes como la melodía son clavadas a las de esa cancioncilla popularcilla de Radiohead. ¡Si lo que desconcierta es el cambio, cuando de pronto Lana del Rey pasa de cantar Creep a cantar otra canción que no nos resulta familiar! Casi estoy por ponerme conspiranoico y pensar que todo es un pacto publicitario entre los implicados. Por supuesto, Lana del Rey ha plagiado una canción plagiada: ya saben que Radiohead tuvieron que incluir en los créditos a los buenos de Albert Hammond (sí, el gibraltareño, el padre del guitarrista de los Strokes) y Mike Hazlewood, porque Creep recordaba demasiado al The Air That I Breathe que ellos compusieron para los Hollies.
Como vivo en un refugio atómico que me preserva de la música que triunfa y, sobre todo, de las minucias sobre ella que se consideran noticia, este asunto me ha servido para adquirir conciencia de la dimensión que han alcanzado las querellas por plagio en los últimos tiempos: éxitos como Blurred Lines, Uptown Funk, Stay With Me o Shape Of You lucen hoy una lista de autores más larga que cuando se editaron, y veo que al reincidente Ed Sheeran le acaba de salir un lío nuevo. ¿Será verdad que la combinatoria del pop se está agotando? Lo reflexionaré mientras escucho mi versión favorita de Creep, que en realidad era mi motivación principal a la hora de emprender este post.