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Algunos conciertos de enero

 

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Musicalmente, los meses de enero siempre tienen para mí algo de arrepentimiento, porque descubro que entre los 456.678 discos del año anterior que no había escuchado hay alguno que habría merecido estar en mi lista de favoritos. Como si a alguien le importase, ya. En la selección de conciertos de este mes (seis en seis salas distintas) van dos de esos deslumbramientos tardíos.

El Desvän del Macho (día 12, Shake!). Este es, para mí y para más gente, el concierto del mes, mi segunda oportunidad de ver al grupo de Mondragón, siempre esquivo y subterráneo. El Desvän del Macho, anatomistas del ruido y exploradores de la carne, son los grandes supervivientes de aquella escena apasionante de los últimos 80 y primeros 90, objeto de tantas nostalgias en este blog. Son también una de las muestras más incómodas de su generación, con su rock contaminado de sonoridades industriales, su rítmica anómala y su lírica turbadora. La velada se redondea con los teloneros, nada menos que Cancer Moon (Onplugged), la refundación del mítico grupo bilbaíno, tan emparentado originalmente con El Desvän, a manos del guitarrista Jon Zamarripa y el batería de su última formación, Javier Letamendia.

Dogo (día 13, Satélite T). A veces siento la necesidad de disculparme por mi propia viejitud, pero… ¿cómo voy a recomendar otra cosa si anda por aquí Dogo? Juan Diego Fuentes Casas nació en Madrid y vive actualmente en León, pero pasó a la historia como pieza clave de la escena sevillana al frente de Los Mercenarios, un grupo que hacía a la vez rock clásico y punk y acababa no haciendo ninguna de las dos cosas. Su disco Llueve en Sevilla es una obligación y esta entrevista casi también.

Ricardo Lezón (día 18, Kafe Antzokia). Antes de los juicios están los prejuicios, eso resulta inevitable, y lo cierto es que me daba pereza el álbum en solitario del líder de McEnroe: lo recomendaba por todas partes gente de gusto muy clásico, fanáticos de artistas que suelen aburrirme a los diez minutos, así que lo fui dejando hasta que el amigo Cubillo lo eligió como su disco del año pasado. Pues bien, es una preciosidad con la emoción a flor de piel que no aburre ni a los diez ni a los cuarenta ni a los ciento veinte minutos. Esta canción, en concreto, ya está entre mis favoritas del año (el pasado, este, el que quieran). Ya solo me quedan 456.677.

Léonore Boulanger (día 19, Alhóndiga). Yo conocía a la artista francesa por La maison d’amour, un absorbente disco de odas persas junto al músico iraní Maam-Li Merati, pero me imagino que en su visita a la Azkúndiga, con banda y encuadrada en el programa de músicas experimentales, interpretará su repertorio habitual. Lo de Léonore tiene algo de pesadilla infantil con instrumentos inventados y encontrados, como si el sombrerero loco de Alicia hubiese diseñado un parque de atracciones. Es gratis y, ay, demasiado temprano para los que trabajamos.

The Surfing Magazines (día 24, piso superior del Antzoki). Con el debut de The Surfing Magazines, editado hace cuatro meses, ya solo me quedan 456.676. Bueno, en realidad serían menos, porque también he escuchado unos cuantos discos de 2017 que ni fu ni fa, pero este se habría situado seguramente entre mis favoritos. El cuarteto británico se define como «supergrupo de garaje», porque amalgama miembros de The Wave Pictures y Slow Club, y enumera como influencias a Bob Dylan, la Velvet y la música surf, aunque esa ecuación resulta incompleta e imprecisa a la hora de describir lo suyo. The Surfing Magazines hacen canciones tranquilas pero con cierto aire obsesivo, clásicas pero con cierto ramalazo excéntrico, y personalmente me privan algunos ecos del Neil Young de Everybody Knows This Is Nowhere, que es mi Young preferido. Yo creo que volveremos a hablar de ellos en la canción de la semana.

Svetlanas (día 26, Nave 9). Y terminamos con los ruso-italianos Svetlanas, que según la leyenda son exmiembros del KGB sometidos a cirugía plástica. Olga, la vocalista rusa que les saluda en la foto de arriba, era durante la Guerra Fría un legendario espía conocido como el Oso. Bueno, vale, esa segunda parte de la leyenda me la acabo de inventar, pero el caso es que nuestra nueva amiga tuvo ciertos encontronazos con las autoridades de su país por aficiones inocentes como la de quemar fotos de Putin. En Italia ha encontrado compinches con los que arrasar escenarios a ritmo de punk-rock rabioso y excitado.

Les dejo en la mejor compañía, con El Desvän del Macho en visión panorámica.

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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