Hay un pop británico, dulce pero obstinado, que comercia con melodías sencillas, ambientes ensoñadores, guitarras ruidosas y espíritu adolescente. Es eso que algunos califican como twee y que otros no sabemos bien cómo calificar, que se suele ejemplificar con el sello Sarah Records pero que también se toca hombro con hombro con grupos como The Primitives o incluso The Jesus And Mary Chain. A pesar de la distancia estilística, yo siempre he visto en esta corriente cierto paralelismo con el punk ramoniano, por la influencia sesentera, la insistencia en hacer estribillos con una simple frase repetida una y otra vez y, en fin, la indiferencia radical hacia cuestiones como la complejidad, el virtuosismo o la evolución. Serían, eso sí, unos Ramones cabizbajos, de aire tristón y ataviados con anorak.
Eerie Summer, el dúo que nos ocupa esta semana, son algo así como fundamentalistas de esta tendencia: su especialidad son los caramelos de dos minutos grabados en espléndida baja fidelidad, algo que se puede comprobar en el siseo de fondo cuando se escuchan sus canciones con cascos. Victoria es de San Petersburgo, Rusia, y Maxim es de Turku, Finlandia, pero al oírlos uno se los imagina perfectamente en un suburbio de Glasgow o Leeds, porque bordan ese sonido melancólico e ingenuo, tan vinculado a una época, un lugar y una lluvia persistente. Yo me he sentido un jovencito de nuevo al escuchar temas como este Never Good Enough, con su nostalgia incorporada y su catálogo de inseguridades: «Ojalá pudiese dirigirte la palabra, / ojalá hablase más alto, / ojalá tuviese habilidades sociales, / ojalá fuese más fuerte». El álbum entero, explica Victoria, va sobre «sentirse superconfuso y tratar de encontrar sentido a las cosas que suceden a tu alrededor», y es también lo último que van a grabar juntos como Verano Espeluznante.