Qué bien me lo pasé el sábado pasado en el concierto bilbaíno de Un Pingüino En Mi Ascensor y en la posterior fiesta ochentera. Admitiré que acabé sacándome una foto con caperuza de pingüino flanqueado por José Luis Moro, el fundador de este proyecto que en su primera etapa era unipersonal, y el ilustre Mario Gil, al que creo que di bastante la lata diciéndole cosas como «tú estabas allí, tú lo recuerdas todo» para ver si me contaba algo de los albores de La Movida. En fin, el caso es que La Nube santutxí se abarrotó de fans del Pingüino. Y, con lo de fans del Pingüino, quiero decir gente muy loca que se sabe enteras las letras de todas sus canciones, en un esfuerzo memorístico que les habría bastado para aprobar Derecho Administrativo y alguna asignatura más.
Vamos, que en ese entorno de eruditos yo era un simple advenedizo. La experiencia me sirvió para descubrir la llamada Obra Social del Pingüino, descacharrantes versiones con letras a su estilo: Love Is In The Air se convierte en la impagable Vuelo en Ryanair, el Voyage Voyage de Desireless deriva en Foie gras, foie gras y, en el ejemplo más conocido, el Rasputin de Boney M acaba siendo, sí, Urdangarin. Pero también me quedé con la boca abierta (en una rara mezcla de risa y sorpresa simultáneas) con su composición original 41 películas porno, que abrirá su nuevo disco Sex & Drugs & Nasal Pop. El propio José Luis (que, por cierto, lució la camiseta-homenaje a Los Cinco diseñada por él mismo) se ve obligado a usar chuleta para cantarla en directo, pero creo que entre el público había unos cuantos que se la habían aprendido de memoria, y eso sí que empieza a ser perversión. Ah, si después de esto se han quedado aún con ganas de sexo musical, visiten el blog hermano Velvety.