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Desde el corazón de la Movida

La Movida, como su prima la Transición, está siendo sometida desde hace unos años a una revisión crítica: sus protagonistas no habrían dado crédito si, durante sus alegres correrías de la época, alguien les hubiese pronosticado los sesudos análisis de los que acabarían siendo objeto. Pero Música moderna, el libro de Fernando Márquez el Zurdo, es una cosa muy distinta a esas reflexiones retrospectivas: se publicó en pleno 1981, cuando el movimiento iba alcanzando la letal madurez, y de hecho la palabra Movida solo aparece una vez en todo el volumen, con minúsculas, dentro de un breve informe sobre la escena vasca que aporta Poch. «La movida en el País Vasco es muy marginal, con poca gente detrás y escaso apoyo, debido a cantar en castellano y ser acusados por ello de españolistas», informa  el singular corresponsal. Fernando Márquez habla todo el rato de «nueva ola», y lo que escribe es más un reportaje largo, un informe pormenorizado que intenta retratar el momento antes de que la gente se mueva y arruine la foto.

Márquez (ya saben, fundador de Kaka de Luxe, Paraíso y La Mode) arranca su recuento en octubre de 1977, cuatro años antes, con la disolución del colectivo La Liviandad del Imperdible y la decisión de fundar un grupo de punk. Leyéndole, uno se da cuenta de que los protagonistas centrales de la Movida eran cuatro gatos, revueltos en una maraña de filias y fobias: los mismos nombres, muchas veces citados sin apellidos, van reapareciendo en distintos proyectos, a menudo saboteados por aquella lata del servicio militar. Lo más suculento, por supuesto, son las valoraciones de El Zurdo, que brotan de la experiencia inmediata y no de la cavilación historicista. De Nacha Pop, a los que cataloga entre los «grupos sanos», escribe: «Nacha son un grupo de triunfadores con un panorama dorado por delante hasta que sus fans les pidan -caso posible- algo de lo que carecen en absoluto: imaginación». A Christina Rosenvinge, entonces con Ella y los Neumáticos, la fulmina con una frase asesina: «Su rubiez y arianidad no logran suplir su falta de dominio de las cuerdas vocales». Entre los rockeros reciclados a la modernidad, llama la atención una evaluación muy positiva: «Burning ha sido precursor, honesto y sin apuntarse a modas, de la nueva ola en cuanto fenómeno de ruptura». Y, para terminar este repaso apresurado, a mí me han hecho mucha gracia las opiniones sobre Trastos («el que no le gusten Trastos… es un anormal») y Mamá, a quienes describe con «barbas, melenas y aspecto freaky». Ya sé que freaky, en 1981, remitía a la contracultura de los 60, pero yo no había visto emplear el adjetivo con esa soltura tan de hoy.

Música moderna ha estado descatalogado demasiados años, pero La Fonoteca y Libros Walden lo reeditaron a finales de 2013, con prólogo de José Manuel Costa y fotos de Miguel Trillo y Javier Senovilla, y acaban de lanzar una segunda edición. Así que ya saben, están a tiempo. Les dejo con un vídeo de Márquez repasando un fragmento de Música moderna para La edad de oro.

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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