Zoë Keating, chelista canadiense afincada en California, tiene la curiosa costumbre de publicar lo que gana anualmente a través de las ventas de discos y las reproducciones en streaming, en un ejercicio de transparencia detallada poco frecuente en el mundillo. Zoë es un personaje peculiar, a caballo entre la música clásica, la vanguardia y el pop, con una imagen llamativa y un dominio evidente de los resortes tecnológicos. En 2013, según el documento público que ha confeccionado en Google, vendió 32.806 sencillos y 8.635 álbumes a través de iTunes, Amazon y Bandcamp, que le rindieron unos ingresos de 75.341 dólares. Y obtuvo 6.380 dólares extras de las reproducciones en Spotify, YouTube, Pandora, Soundcloud, Bandcamp y demás. Según mis cuentas, viene a obtener un centavo por cada tres reproducciones en Spotify (concretamente, saca 0,0043 dólares cada vez que alguien escucha un tema suyo).

No tengo la sensación, por lo que he leído por ahí, de que Zoë Keating se queje de este sistema, pero veo que los datos se están interpretando como una nueva demostración de la racanería de Spotify, porque le harían falta 232 reproducciones para ganar un dólar. Yo siempre eludo estas discusiones, enconadas y habitualmente estériles, pero me parece que sigue habiendo cierto empeño en comparar el streaming con la venta de discos y no con el otro referente a mano, que son las reproducciones radiofónicas. Me gustaría saber cuánto puede cobrar un artista del tipo de Zoë Keating en concepto de derechos por cada canción suya que suena en la radio, y comprobar si esa cifra se acerca a los 0,43 centavos por oyente. De todas formas, lo más sorprendente de todo esto es cómo la chelista ha conseguido convertir su cuenta de resultados en un efectivo mecanismo promocional: eso sí que es innovar.