La canción de esta semana es ya viejita: el cantante mexicano Juan Pablo Villa la editó hace siete años, en su álbum La gruta de Baba, pero entiendo que en realidad se trata de una pieza folclórica ancestral, una reliquia de una forma musical en peligro de extinción llamada canto cardenche. Y aquí, como se podrán suponer, les tengo que meter un mínimo rollete: los cantos cardenches son un género polifónico a capela que practicaban los campesinos de cierta comarca del norte de México, aunque parece que ya solo perviven en una localidad, Sapioriz. Las letras son fundamentalmente malrollistas, de amores perdidos y vidas malgastadas, y de hecho el nombre alude a las espinas de ciertos cactus de la zona, que se clavan bien y destrozan la carne al intentar sacarlas. Como las penas, ya se imaginan.

Yo no conocía esta canción hasta hace unos días, aunque existe también una versión de Lila Downs que me gusta bastante menos. Juan Pablo Villa le da un aire, cómo diría yo, mucho más inquietante: el hombre es un experimentador e improvisador que suele utilizar como materia prima su propia voz, acompañada a menudo por «sonoridades no occidentales», y el resultado suele ser turbador. La gruta de Baba en su conjunto me ha parecido un álbum apasionante, repleto de estímulos, que tiene sus pasajes menos áridos en los dos cantos cardenches que interpreta Villa: el otro, por cierto, es una preciosidad algo más convencional titulada Al pie de un árbol. Tengo mucha curiosidad por escuchar Vientos y lugares, un disco que nuestro hombre editó en 2008 en colaboración con sus compatriotas Cabezas de Cera y los españoles Refree y Silvia Pérez Cruz.

Escuchen Yo ya me voy a morir a los desiertos. «Pero a mí no me divierten los cigarros de la dalia, pero a mí no me consuelan esos tragos de aguardiente…».