En las entrevistas, Triángulo de Amor Bizarro suelen insistir en que lo suyo no es nada extraordinario, porque hay muchos grupos haciendo músicas parecidas que reciben menos atención por parte de los medios. No sé si es humildad o ese efecto tan común de aplicar distintos baremos a lo propio y lo ajeno –ya se sabe que de una cosa conocemos la receta entera y de la otra, solo el resultado–, pero el caso es que me parece un disparate: no hay nadie comparable, ni siquiera hay nadie que se les acerque. A mí (esperen que me ponga el uniforme de fan) me parece evidente que estamos ante el mejor grupo de rock de España, y tal vez podríamos empezar a discutir sobre su ubicación en la liga mundial. Su tercer álbum, Victoria mística, es una nueva maravilla de melodía y ruido, oscuridades y resplandores: ya se ha convertido en un lugar común identificarlo como su disco más pop, seguramente por el predominio de la voz de Isa, pero a mí también me parece el más ácido, con ramalazos psicodélicos más acentuados que en los anteriores.

A veces me da la sensación (esperen que me ponga la gorra de fan) de que el cuarteto coruñés ha recogido las influencias desechadas por el resto de los grupos de rock españoles, que da la casualidad de que eran las buenas. Me encanta esa cita casi literal de Einstürzende Neubauten que es Robo tu tiempo, o ese híbrido de Neu! y Suicide que hacen en Clara, o la coda pixie de la nueva versión de Ellas se burlaron de mi magia, en la que hasta parece estar tocando Eric Drew Feldman. Pero esos homenajes explícitos resultan siempre valiosos en sí mismos, y además vienen a ser maderos arrastrados por la imparable riada de Triángulo de Amor Bizarro, con su personalidad singular y su sensibilidad extrema: por mucho que se definan como «picadora de ruido incomprensible», todo está cuidadosamente dosificado y equilibrado, aunque sea con los controles más cerca del máximo que del punto medio. Ojalá hubiese de verdad muchos grupos así, que nos llenasen la vida de medias horas como la de Victoria mística.

Les dejo con Delirio místico, un dúo a lo Pimpinela en el que Rodrigo propone una alianza basada en «ideas radicales sobre el amor y la política» e Isa no lo acaba de ver.