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Cuarenta años sin Nino Bravo

Hoy se cumplen cuarenta años de la muerte del cantante valenciano Nino Bravo. Aquel 16 de abril de 1973, el BMW en el que viajaba hacia Madrid se salió de la calzada en Villarrubio (Cuenca) y dio varias vueltas de campana. El vocalista recibió las primeras curas en un hospital de mercedarias de Tarancón y falleció durante el traslado a la capital de España. Luis Manuel Ferri Llopis, que así se llamaba en realidad el artista, fue una superestrella de los primeros 70, con su chorro de voz potente y moldeable y aquellas canciones espléndidas que le componían autores como Augusto Algueró. Para mí, fue la banda sonora de la primera infancia: mi padre llevaba en el Renault 5 unas pocas cintas, pero las que acababan invariablemente en el radiocasete eran los éxitos de Nat King Cole en español y una recopilación de Nino, de modo que himnos como Noelia, Libre, América, América o Un beso y una flor están entre las canciones que más veces he escuchado en mi vida. Todavía podría cantarlas enteras de memoria en un karaoke, pero por desgracia no tengo voz ni para el recitado de Noelia.

Curiosamente, en aquella cinta no venía Cartas amarillas, una melancólica composición de Juan Carlos Calderón que ha acabado convirtiéndose en mi favorita de Nino Bravo. Con este canto al paso del tiempo y la felicidad perdida le rendimos tributo desde aquí.

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


abril 2013
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