Llevaba un tiempo queriendo compartir por aquí la música de Keaton Henson, uno de esos creadores que parecen personajes de novela. Su pinta ya la ven en la foto: enjuto hasta lo esquelético y adornado con una barba de ermitaño, que se corresponde perfectamente con su planteamiento vital. Keaton es una suerte de recluso, encerrado en su casa de las afueras de Londres, donde se dedicaba primordialmente a la ilustración y la poesía. Desembarcó en el oficio de cantautor de manera circunstancial, por unas canciones que compuso y grabó para regalarlas a una amiga: las registró, cómo no, en su casa, bajo una de las rutas aéreas del aeropuerto de Heathrow, aprovechando los momentos de silencio entre aviones y utilizando como percusión un armario. Keaton suele vestir de traje, es propenso a ataques de pánico (le ha costado bastante decidirse a dar algún concierto) y contesta a las entrevistas con dibujos (miren esta o esta) o con citas de otros escritores y artistas.

A mí me encanta su álbum de debut, con canciones espartanas, acompañamiento mayormente acústico y esa voz aguda y un poco estrangulada que sugiere fragilidad emocional, como si el hombre estuviese siempre a punto de derrumbarse. Dudaba cuál colgarles (es que, aunque otras me gustan más, el vídeo de Small Hands es una maravilla que no deberían perderse), pero ayer descubrí que en el último mes y pico Keaton Henson ha colgado dos vídeos nuevos, de canciones incluidas en un EP que sirve de adelanto de su segundo álbum. Lo ha grabado en Los Ángeles (dice la nota de prensa que «alquiló un apartamento por dos meses y recreó el aislamiento de su dormitorio») y ha contado con colaboraciones de miembros de Band Of Horses y The Raveonettes, que se hacen particularmente evidentes en este inesperado Kronos, donde el quebradizo Keaton se envuelve en electricidad. Muchos fans se han espantado ante este ruidoso atrevimiento, que a mí me parece genial, pero el artista les ha tranquilizado diciendo que se trata de «una excepción» y que «el dolor tranquilo continuará».