Uno de los reportajes fotográficos más comentados de esta semana procede de Aceh, en Indonesia, y muestra una redada policial en la que se detuvo a 65 punks por atentar contra la moral y la ley islámica. No sé en qué momento Mahoma previno a sus seguidores contra el corte de pelo mohicano, pero el caso es que las imágenes (como la de arriba, de Reuters) muestran a los pobres chavales sometidos a un esquilado forzoso y a un baño en calzones en lo que parece un río, antes de terminar recluidos en una academia policial para recibir «orientación espiritual y mental» durante diez días. Aquí nos escandalizamos con razón y abominamos del totalitarismo cultural y estético, pero también deberíamos recordar que actos como estos no nos pillan tan lejos: yo no vivía aún en Bilbao, pero me han contado que en alguna Aste Nagusia hubo pies negros que corrieron similar suerte.
El caso es que, en este planeta global, las cosas tienen consecuencias imprevisibles. La gente de Aborted Society, una discográfica y distribuidora de Seattle, se ha sentido «extremadamente alterada» por la visión de este exceso autoritario: si me permiten el paréntesis frivolillo, no deja de ser curiosa esa sensibilidad tan viva si tenemos en cuenta que el logo de la empresa muestra a un feto sobre una mesa de operaciones, mutilado y con las tripas fuera, o quizá se trate de la placenta. En fin, preocucupados por lo que ocurre en Indonesia, han puesto en marcha una campaña llamada Mixtapes For Aceh, que consiste en reunir cintas y CD-Rs grabados para enviárselos a los punks detenidos y hacerles saber que, aunque sea lejos, tienen mucha gente que les apoya. Aquí tienen la información y las señas a las que hay que mandar la música, en caso de que quieran echar una mano con alguna casete de Eskorbuto, RIP y Cicatriz: no serán los primeros en contribuir desde Euskadi, porque, según se puede comprobar en los comentarios, en Zarautz ya les están preparando una.
Actualizado el 20 de diciembre: el Guardian nos cuenta hoy que, en el centro de reeducación, los chicos levantan el puño y gritan «el punk nunca morirá».