Si miramos un iPod de última generación, resulta difícil apreciar en él los rasgos de su abuelo el walkman, pero fue aquel venerable aparato el que nos descubrió el incomparable placer de llevar la música encima, escucharla en cualquier lugar y quedarnos sordos en el proceso. Sony ha anunciado que deja de comercializar el walkman en Japón, allí donde empezó todo hace 31 años, aunque mantendrá la producción para otros mercados, así que el día de hoy se ha convertido en una especie de informal jornada de tributo al vetusto cacharrete que, en cierto momento de nuestras vidas, nos pareció un adelantado del futuro. Porque, aunque parezca raro en este mundo 2.0 o 3.6 o el decimal que corresponda, no hace tanto tiempo que comprábamos cintas vírgenes y pirateábamos en analógico y rebobinábamos con boli Bic para ahorrar pila.
Mis recuerdos asociados al walkman son, sobre todo, de finales de los 80 y principios de los 90. Hay dos discos que, de hecho, se me han quedado vinculados sentimentalmente a este aparato. Uno es el Faith de los Cure, que lo tenía en vinilo pero me lo grabé en casete para llevármelo por ahí: me recuerdo escuchándolo en Pamplona, la primera vez que fui a la universidad para matricularme, sentado debajo de un árbol del campus y con la rara sensación de que ese momento de soledad con The Drowning Man en los oídos era el túnel hacia una nueva vida. Y el otro es el Chaos A.D. de Sepultura, que, a mediados de carrera, se convirtió en mi despertador habitual de camino a la primera clase de la mañana. Alguna gente ha escrito hoy por ahí que el walkman sonaba mal, pero a mí me gustaba más que el ortopédico discman que vino después y, desde luego, daba sopas con honda a estos altavoces de ordenador en los que escuchamos tanta música ahora. Les dejo con Refuse/Resist de Sepultura, tema infalible a las ocho de la mañana, pero en versión de Los Gauchos de Acero, que seguramente no nacieron a tiempo para utilizar jamás un walkman.