En Venecia hay gente a la que le hierve la sangre cuando escucha a un gondolero cantar O sole mio. Y, antes de seguir con mi rollete, voy a abrir un paréntesis, porque acabo de buscar la canción en la Wikipedia y he descubierto dos cosas que ni siquiera imaginaba: que la primera palabra del título no equivale a oh, sino que es simplemente el artículo en napolitano, y que la canción está sujeta a derechos, porque un tipo que participó en su composición allá por 1898 no falleció hasta 1972. No sé si los gondoleros pagarán a la SGAE italiana, pero no quería hablar de eso: a alguna gente le hierve la sangre al oírles el O sole mio, o el Nel blu dipinto di blu (vamos, Volare), o el That’s Amore porque las canciones de marras no tienen nada de veneciano. «Están ignorando la identidad veneciana de una manera que va en detrimento del turismo. Ofrecen una imagen distorsionada de Venecia como una especie de Disneylandia cultural», se ha quejado el político Alberto Mazzonetto.
Claro que, si hablamos de músicas incorrectas, peor es lo de Filipinas, donde el Congreso ha aprobado un proyecto de ley que contempla penas de hasta dos años de cárcel y multas de más de 2.000 dólares para quienes interpreten de manera inadecuada el himno nacional: «Debería ser cantado con el tempo propio de una marcha, con compases de cuatro por cuatro y dos por cuatro», especifica la norma. Según explica Efe, la ley llega después de que se montase un buen lío por la interpretación del himno que hizo Arnel Pineda, vocalista de Journey, antes de un combate de boxeo en Estados Unidos. Ya saben que el himno nacional es seguramente el género que más detestamos en Evadidos, pero, por si quieren oír esa versión, ahí les va.