Qué gusto da ver a Ilegales en directo, un placer del que -si esta gira es realmente de despedida, como anuncian- nos veremos privados durante unos añitos o quizá para siempre, que es demasiado tiempo. El sábado, en el Antzoki, Jorge Martínez nos proporcionó dos horas y pico de música impecable que nos dejó con una sonrisa tonta y la duda de siempre en la cabeza: si este hombre consigue que la guitarra suene así de bien, alternando entre la rítmica y los solos con la facilidad de quien se rasca la calva, ¿qué diablos falla en tantos guitarristas de rock para que lo suyo parezca más bien un engrudo sonoro o, como mucho, un aprobadillo logrado con mucho esfuerzo?
En fin, que Ilegales son enormes, una afortunada conjunción de letras, melodía, sonido y actitud que no se da todos los días; en realidad, no se da casi nunca. Todo lo que digamos que son lo son y aún mejor. En más de dos horas caben muchas canciones de Ilegales, pero mis hitos fueron ese adictivo doblete de El norte está lleno de frío y Enamorados de Varsovia, como siempre, y también Regreso al sexo químicamente puro, porque uno tiene debilidad por las canciones de modelos de Jorge Martínez (ni les cuento si hubiesen tocado Me gusta cómo hueles). Ahora empieza la era de Jorge Ilegal y los Magníficos, pero todos pensamos que más tarde o más temprano Ilegales volverán, ¿no?