Chumbawamba, a los que tienen aquí encima en una foto de Casey Orr, son un veteranísimo grupo británico del que se suelen saber tres cosas: que son anarquistas, que tuvieron una canción de éxito de la que seguramente siguen viviendo y que batieron el récord mundial de título más largo con su álbum… estooo… ¿me permiten un punto y aparte?
The Boy Bands Have Won, and All the Copyists and the Tribute Bands and the TV Talent Show Producers Have Won, If We Allow Our Culture to Be Shaped by Mimicry, Whether from Lack of Ideas or From Exaggerated Respect. You Should Never Try to Freeze Culture. What You Can Do Is Recycle That Culture. Take Your Older Brother’s Hand-Me-Down Jacket and Re-Style It, Re-Fashion It to the Point Where It Becomes Your Own. But Don’t Just Regurgitate Creative History, or Hold Art and Music and Literature as Fixed, Untouchable and Kept Under Glass. The People Who Try to ‘Guard’ Any Particular Form of Music Are, Like the Copyists and Manufactured Bands, Doing It the Worst Disservice, Because the Only Thing That You Can Do to Music That Will Damage It Is Not Change It, Not Make It Your Own. Because Then It Dies, Then It’s Over, Then It’s Done, and the Boy Bands Have Won.
Eso es el título, sí. Por supuesto, no hay que sabérselo, basta con cortapegarlo de la Wikipedia. En fin, Chumbawamba tienen una biografía bastante amena: en una ocasión, animaron a la gente a robar sus discos; en otra, uno de sus miembros se desnudó y se puso a bailar delante de los Smashing Pumpkins. Y el tema suyo que traemos hoy, como habrán observado, se titula Torturando a James Hetfield. En el primer minuto y medio del vídeo, que es de presentación, se recuerda que el vocalista de Metallica apoyó el uso de su música como medio de tortura por parte de las tropas estadounidenses. Así que, en la letra de esta canción, le dan a probar un poco de su propia medicina: tras atarlo bien fuerte, le hacen escuchar a Simply Red non stop y, como cruel solución final, le ponen los grandes éxitos de Chumbawamba (“sólo hay uno”, puntualiza la letra). Más allá de la gracia, ese estribillo de “James, James, James, just give us names, names, names” me tiene enganchadísimo desde la primera vez que lo escuché. Por cierto, aunque aquí lo tapen las risas, al final James les da esos nombres que le piden: fue Lars, dice el muy chivato.