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Viaje a Etiopía


La imagen que tenemos de Etiopía está marcada por la hambruna de los 80, cuando los informativos mostraban a diario niños desnutridos y cubiertos de moscas. Nos hemos empeñado en que el país africano es un lugar desértico y habitado por tribus atrasadas, cuando en realidad se trata de un territorio bastante montañoso donde hay pueblos primitivos, sí, pero también una cultura urbana vibrante y sofisticada. La música tuvo un papel importante a la hora de fijar aquel prejuicio, con aquel festival Live Aid en el que no tocó ni un solo etíope, y resulta curioso que sea también la música la que nos está haciendo replantearnos nuestras convicciones erróneas.

La serie discográfica francesa Éthiopiques lleva más de una década difundiendo música etíope y eritrea, sobre todo grabaciones de los años 60 y principios de los 70, y creo que todos experimentamos el mismo pasmo al escuchar por primera vez estos registros. En cierto modo es jazz, porque no se puede llamar de otra forma, y eso ya constituye una primera sorpresa cuando se parte de la cosmovisión Live Aid, pero suena muy diferente al jazz que conocemos –dicen los expertos que se debe a la influencia de las escalas tradicionales etíopes– y resulta extrañamente adictivo. Estas reediciones han descubierto al mundo cantantes prodigiosos como Tlahoun Gèssèssè, Mahmoud Ahmed o Alèmayèhu Eshèté e instrumentistas como mi favorita de la serie, la pianista Tsegué-Maryam Guèbrou, una joven de la alta sociedad etíope que estudió en Suiza y acabó metiéndose monja y enseñando en un orfanato. Éste es un buen sitio para empezar la exploración por YouTube.

El problema es que, con esta música que parece llegada del espacio exterior, ha prendido una nueva idea equivocada: la de que todo esto es un tesoro arqueológico, cosa de un pasado remoto sin continuidad en el presente. Y no es así: no sólo porque sigue existiendo una escena muy activa que descubriremos dentro de un par de décadas, sino porque algunas de aquellas estrellas de los años dorados siguen en activo. El señor de la foto de arriba es Mulatu Astatqé –o Astatke, que los etíopes tienen su propio alfabeto y las transcripciones parecen un poco vacilantes–, uno de esos mitos de la era Éthiopiques, que ahora mismo lanza nuevo álbum junto al grupo británico Heliocentrics. Aquí se puede escuchar un tema, aunque lo ideal es remontarse más allá de las fuentes del prejuicio con el alucinante recopilatorio The Very Best Of Éthiopiques.

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


febrero 2009
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