Ron Asheton, el guitarrista de los Stooges, ha muerto a los 60 años en su casa de Ann Harbor, su ciudad natal. En el libro Please Kill Me, el propio Ron describía así su adolescencia: “Yo era el tío raro. En la escuela era el completo bicho raro, el idiota, o el freak, y siempre me llamaban el beatle gordo, porque solía llevar trajes de beatle como ropa de vestir. No tenía muchos amigos y me interesaba, sobre todo, el rollo nazi (…). Llevaba a la escuela pins de las SS, dibujaba esvásticas en mis libros, dibujaba bigotes de Hitler en las fotos de todo el mundo y me dibujaba pequeños símbolos de las SS en el brazo”. Vamos, que Ron era uno de los inadaptados más notables del Estado de Michigan, un lugar que uno no imagina precisamente escaso de inadaptados. En su primer concierto con el grupo de Iggy Pop, llevaron una licuadora y la hicieron sonar durante quince minutos antes de salir al escenario, donde también martillearon varios bidones y enchufaron la aspiradora de la mamá de Ron: “Sonaba como un reactor, siempre me gustaron los aviones a reacción”, recordaba el guitarrista. En la boda de Iggy, fue el padrino, ataviado con su cazadora de la Luftwaffe y adornado con una Cruz de Caballero Nazi y dos cruces de hierro, una de primera clase y otra de segunda.
A pesar de esta conducta disfuncional, o quizá gracias a ella, Ron -que, pese a lo que pueda sugerir el párrafo anterior, tenía fama de ser un bonachón sin remedio- creó uno de los sonidos de guitarra más memorables y eléctricos de la historia del rock, con riffs salvajes interpretados a volumen abusivo: “No sabíamos tocar a menos que fuese muy alto”, decía. Funhouse es seguramente mi disco favorito, y, cuando me preguntan cuál es mi canción preferida de la historia del rock, suelo elegir ésta: