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Viva la inactualidad


La página del club Optimo (Espacio), que aparece mencionado en el anterior post, contiene una declaración de intenciones que no me resisto a copiar, aunque quede larguísima y ahuyente a lectores despavoridos: “El núcleo de nuestras convicciones en relación con la música es que, si eres un fanático, entonces la música es un continuo y por tanto los géneros y especialmente la temible palabra ecléctico no hacen más que desorientar. Por decirlo de manera sencilla, creemos que prácticamente todos los tipos de música que existen contienen algo valioso (sí, incluso el country and western) y nunca podemos ponernos a pensar sobre cuál es nuestro estilo favorito. Esto nos lleva a muchas conversaciones incómodas con taxistas que nos llevan a nosotros y a nuestros discos y nos preguntan ‘¿qué tipo de cosas ponéis?’. Nuestra respuesta suele ser ‘estoooo… música de baile’ y esperamos que lo dejen ahí (cosa que nunca hacen). Para nosotros, música de baile es cualquier cosa con la que se pueda bailar, lo que nos da un siglo completo de música grabada en el que hurgar”.

Todos tenemos un siglo completo de música grabada en el que hurgar, y por eso las listas de lo mejor del año son tan reduccionistas: el 99% de la producción del centenar de años restantes es igualmente nuevo para nosotros. Ya saben que aquí tenemos la vieja costumbre (bueno, desde el año pasado) de completar nuestros favoritos del ejercicio saliente con la llamada lista inactual, compuesta por diez álbumes de otros años que hemos descubierto en los últimos doce meses. Luego mi novia me reñirá por poner cosas raras y Cubillo me dejará un comentario diciendo que los grupos que me gustan no perviven en la memoria colectiva más de dos meses, pero la verdad es que la lista inactual de este año ha quedado variopinta. Parezco un ecléctico de esos. Ahí les va, por orden cronológico:

Eternel Docteur Nico et L’African Fiesta Sukisa – Merveilles du passé (1967). En buena parte de África llamaban a este congoleño “el dios de la guitarra”, pero me siento incapaz de valorar su estilo. Lo que sé es que sus canciones contagian alegría de vivir y jamás (les presento al trol que hay en mí) ese aburrido estupor que me suele inspirar mucha música africana.
Dara Puspita – A Go Go (1967). Vamos, las Chicas de las Flores, cuatro muchachas indonesias que cantaban garaje angelical y que adornan con sus rostros este post.
Sunforest – Sound Of Sunforest (1969). Un trío británico que salió de la nada, se cascó un brillante álbum de folk psicodélico y marciano y regresó a la nada.
Giuni Russo – Energie (1981). Qué les voy a decir que no les haya dicho ya.
Loop – Live (1992). Ya eran uno de mis grupos favoritos de finales de los 80, del mismo club que Spacemen 3 y My Bloody Valentine, pero el directo saca sus aristas más rockeras. Ah, se trata de un pirata italiano también conocido como Edizone limitata di 1.000 copie.
Rabih Abou-Khalil – Blue Camel / Arabian Waltz (1992 y 1996). Pues eso, atmosférico jazz árabe con este intérprete libanés del oud.
16-17 – Gyatso (1994). Yo no sé cómo me habían pasado desapercibidos estos suizos, un trío de saxo, guitarra y batería absolutamente brutal, radical y molesto. Su irrupción en el modo aleatorio me ha provocado varios sobresaltos este año. Expónganse a ellos aquí.
Church Of Misery – Master Of Brutality (2001). Grupo japonés de doom. Son seis canciones dedicadas a otros tantos asesinos en serie, así que imagínense el jolgorio.
Varios – Café de los Maestros (2005). Una especie de Buenavista Social Club argentino, con intérpretes vetustos que bordan tangos preciosos.
Wau y los Arrrghs!!! – Cantan en español (2005). Garaje borracho, drogado, gamberro, sexual y sudado desde Valencia. Ansioso espero el siguiente, que está al caer.

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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