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Cinco de 2008

El otro día estaba yo fisgando por un P2P (ya saben, uno de esos foros de criminales peligrosos que amenazan nuestra civilización) y me topé con la carpeta de un tipo que tenía más de trescientos discos editados en 2008. En realidad serían quinientos o seiscientos, pero en trescientos me cansé de contar. Y me dije: ¿con qué jeta voy yo a hacer una lista de lo mejor del año? Es verdad que cato muchas cosas, que picoteo un montón, pero sólo habré prestado la atención debida a treinta o cuarenta álbumes, y la mitad de lo que tenía ese sujeto en su disco duro ni siquiera lo conozco. Pero ya saben que lo que elijo aquí son los Mejores Discos del Año en mi Casa, que es la suya, así que no le den mayor importancia. Como tendencia dominante, digamos que… abundan las portadas poco coloridas. And the winners are…

Vampire Weekend – Vampire Weekend. El rock alternativo de nuestros días suele ser tan previsible como el comercial. Utiliza otro recetario, pero sus soluciones resultan igual de convencionales: se saca la plantilla y ya tenemos un disco de post punk, o de psych folk, o de lo que ustedes gusten, con la etiqueta bien pegada para que no quede lugar a dudas. En este panorama, Vampire Weekend han irrumpido como una refrescante anomalía que maneja referencias diferentes (ya saben, el rollo africano) pero, sobre todo, inventa recursos nuevos hasta convertir su álbum en una sucesión de sorpresas. ¿África? Sí, vale, pero aquí hay mucho más que influencias bien asimiladas.

Charades – En ningún lugar. A bote pronto quizá no tenga nada especial: es rock bastante clásico, dulce en las armonías vocales pero contundente en el fondo, con cierto filo que recuerda al rock alternativo de los últimos 80 y primeros 90 (copiarse a uno mismo es triste, pero peor es robar). Y, sin embargo, el disco de Charades pasa en un suspiro y deja la necesidad de volver a escucharlo y de volver a escucharlo y de volver a escucharlo y de volver a escucharlo… Ahora mismo he cometido el error de ponerlo mientras escribo esto y sé que acabaré repitiendo dos o tres veces, algo que cada vez me ocurre menos a menudo.

Rudimentary Peni – No More Pain. Hasta este año sólo los conocía de leídas (con ese nombre, es difícil pasar desapercibido), pero llevan treinta años en activo, con paréntesis forzados por los ingresos psiquiátricos de su vocalista. Así que a lo mejor éste es el peor de sus discos, no lo sé, aunque algo me dice que las diferencias entre unos y otros serán más que nada de producción, porque su estilo admite pocas variaciones: Rudimentary Peni hacen un punk esquemático, seco, austero, descarnado, con cierto punto eskorbutiano, que precinde de florituras e incluso de estribillos. Las letras se limitan a una o dos frases de tono fúnebre (por ejemplo, “déjanos descansar en el olvido por siempre jamás, amén”) y las canciones acaban al minuto y medio. Vamos, una cosa perfecta.

Extremoduro – La ley innata. Robe y sus secuaces se han atrevido a editar un disco radicalmente ajeno a las modas y, lo que es una osadía aún mayor, alejado de los gustos de buena parte de sus fans. Este álbum, raro de narices en estos tiempos, resucita una forma setentera de entender el rock que parecía confinada a guetos progresivos y otras escenas retro. Largos desarrollos, ambición instrumental y letras poéticas que desmienten la idea de la música como un capricho de usar y tirar.

Varios – Sleepwalk: A Selection By Optimo (Espacio). Sí, es un poco raro elegir un recopilatorio dentro de lo mejor del año, pero se trata del disco que más ha sonado en mi casa en el último par de meses y no tengo otra lista en la que destacarlo. Optimo (Espacio) es un club de Glasgow que aquí pretende ofrecer una muestra de su vertiente más reposada y acaba confeccionando una de las mejores cintas de varios que he escuchado. Las canciones que ya conocía son sobresalientes (sobre todo, la imprescindible Something On Your Mind de Karen Dalton y el A Cold Cell de Coil, en nueva mezcla), pero los tíos no se cortan y abarcan desde Cluster hasta Lee Hazlewood, desde Raymond Scott hasta una grabación ambiental de Chris Watson. Mi favorita ahora mismo: In A Manner Of Speaking, de Tuxedomoon (escúchenla), es decir, un tema de 1985 de un grupo que lleva treinta años en activo y con el que jamás hasta ahora había logrado conectar. ¡Qué cosas!

Otros discos que he escuchado como es debido son los últimos de Amon Amarth, Ólafur Arnalds, Natacha Atlas & The Mazeeka Ensemble, Frank Black, Boris, Coffins, The Cure, Marianne Faithfull, GAS, Hidrogenesse, Benji Hughes, Lendakaris Muertos, Jenny Lewis, Murcof, Nada Surf, Nine Inch Nails, Nothing People, Perunika Trio, Radiohead, Jay Reatard, Christina Rosenvinge, Mikel Salas, Trinacria y Vapnet, además de otro recopilatorio chulísimo, Mary Ann Hobbs: Evangeline. ¿Ustedes qué me cuentan?

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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